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Arturo Maccanti – Por Juan Pedro Rivero

   

El agridulce de la vida, el susto ante la muerte. La esperanza que buscamos, la esperanza que nos encuentra. Ha muerto un poeta; para algunos “el poeta”, que ha dado a las letras canarias un especial aire configurador de la generación del 50. Desde este espacio de reflexión quisiera compartir tanto el dolor como la sorpresa. Y, si me dejan, compartir un atrevimiento.

Cada domingo, a las ocho de la mañana, como un reloj suizo, compartíamos lo más grande que las personas humanas pueden compartir. Un pedazo divino de “Palabra y Sacramento”. Lo echaré de menos, lo sentiré presente. Sensible, con una melancólica sonrisa en los labios y en sus papeles, curioso, pendiente, buscador impenitente. Sí, lo echaré de menos…

Y, por eso, consciente de mi bisoñez temeraria, por ser él quien fue, con temor y temblor, ahí va mi atrevimiento: “Perdona que me atreva, amigo, / a romper la prosa y revestir un canto, / agradecido, con la melancolía / y la dicha de tu sorpresa… Porque así, / así siempre es un poeta, / un trozo de asombro que nos subyuga. //
¿Atrevido? Cantarle a un amigo poeta / no es atrevido; no, es lo que puedo. //

Perdona que no te haya dicho, amigo, / que la tristeza de tus zapatos eran / un grito por las calles de La Laguna; / una voz ronca que nos despierta, / tan necesaria, tan primigenia, / un trozo de asombro que nos subyuga. //

¿Atrevido? Cantarle a un amigo poeta / no es atrevido; no, es lo que debo. //

Perdona nuestros olvidos, amigo, / perdona. Cantabas dolido / por tu pobreza. Sin soledad siquiera, / con el olvido a tu lado, enamorado. / Perdona a tus amigos, perdona. Que Dios / despierte el asombro que nos subyugue. //

¿Atrevido? Cantarle a un amigo poeta / no es atrevido; no, es lo que quiero”//.

*RECTOR DEL SEMINARIO
@juanpedrorivero