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La pandorga – Por Miguel L. Tejera Jordán

   

Los políticos locales están ahora mismito como los pescadores de litoral: tirando trasmallos, tambores y pandorgas a la caza del voto incauto de los ciudadanos que, como inocentes pececillos, caen en la trampa fatal de acudir a la carnada. La muerden, les votan para otros cuatro años y, desde el primer día en que salen elegidos, no hacen otra cosa que dar la espalda a quienes les apoyaron, porque lo único que les interesa es mantenerse en el machito otro mandato que satisfaga sus egos particulares, sus ansias de poder, sus influencias de toda naturaleza, además del chófer y del coche oficial. (Y, a ser posible, la cuchipanda y merendola de turno).

Los alcaldes que aspiran a la reelección, los que se presentan por primera vez, los presidentes de los cabildos y los candidatos a sentar sus nalgas en el parlamento de Canarias, para dar apoyo a un futuro gobierno pactista y entregado a cualquier cosa menos a la defensa de los intereses de los isleños, están saliendo de sus despachos oficiales, ordenando que se repinten pasos de peatones y otras señales de tráfico; se repongan las bombillas del alumbrado público que llevan fundidas ni se sabe. O dan instrucciones a los concejales de parque y jardines para que embellezcan los entornos y sean puntuales en la recogida de las basuras.

Hay que ser en todo momento (ahora, en tiempo preelectoral, luego ya se verá) serviciales con las exigencias de los vecinos. Es la hora del sí a todo. De bajarse los calzones ante los electores y de darse garbeos por mercados y mercadillos municipales. Y por los rastros y rastrillos, para arrojar la pandorga y pescar votos para conseguir la permanencia. La permanencia en la liga electoral regional.

Bermúdez dice en Santa Cruz que bajará el IBI el año que viene. ¡Carajo! ¿Y por qué no lo ha bajado antes? Sin embargo, quien se lleva la palma, al menos hasta hora, es Carlos Alonso, presidente de la cosa cabildicia tinerfeña. El caballero anuncia que se dispone a abrir 14 (catorce) centros de alzhéimer en la isla de Tenerife durante 2015. No sé cómo conseguirá el milagro. O sí. Claro que lo sé: suplicará al obispo-gerente de la diócesis tinerfeña, (Diócesis de Tenerife S.L.), con sede mercantil en la calle de San Agustín de La Laguna y NIF desconocido, su apreciado amigo el palmero Bernardo Álvarez, que le permita desviar algunos fondos de los presupuestos de reposición anual de tejas de templos -y espadañas de campanarios- para poder dar cumplimiento a su política social (anunciada, pero que no podrá cumplir como resulta obvio) de dar apoyo insular suficiente a las entidades y familias que se ocupan, con cargo a su pecunio, de sostener a los enfermos de la terrible dolencia.

Pues bien: uno, que viene curtido de las mentiras y de las patrañas de la política, de todos los políticos, dejará de comer pescado hasta después de las elecciones. Bueno, no: lo comeré. Pero no me fiaré ni un pulpo de los pescados procedentes de la pandorga… El que me gusta es el que me pone Fonfo sobre la mesa, en su Cabaña de Buenavista del Norte. ¡Siempre está sensacional…!