Qué tonterÃa la del viento y su manÃa de llevarse todo lo que ve por delante. AsÃ, sin dejar rastro ni huella. Qué tonterÃa cuando se lleva los suspiros, las carcajadas y los bostezos, y no los hace regresar hasta que sean totalmente necesarios. Menos tonterÃas cuando se lleva las palabras, que esas son mÃas, tuyas y suyas, y no del viento. Lo suyo es el aire, son las gotas de lluvia y el sonido que trae cuando el silencio apremia. Lo suyo tiene que ver con el frÃo y el calor, con las hojas de árboles caÃdas, en busca de un lugar donde terminar su ciclo. Pero no, rotundamente no: las palabras no son suyas. Indiferentemente de ello, su tan entrometido carácter y su manida manÃa de ser partÃcipe en lo nunca llamado le terminan haciendo protagonista de grandes charlas, de inaguantables discusiones y, para ir más lejos, también de pelÃculas. Qué tonterÃa… y a la vez no tanta. Su omnisciencia le convierte en el amo de los hilos de la historia, moviendo a su antojo todo aquello que se interpone en su camino. El viento que se lleva los momentos de calor; también los que dan frÃo.
El viento, el que termina por cortar desde sonrisas hasta lágrimas. Incluso gestos… Qué tonterÃa la del viento y su manÃa de llevarse todo lo que ve por delante. O, más bien, qué tonterÃa y mala gana la del viento, que se lleva lo que él quiere llevarse y deja lo que le interesa. Que si tiene un mal dÃa, los enfados son lo único visible y desaparece todo lo tierno. Que se lleva las palabras, deshace la montaña y aparece todo lo malo que quedaba oculto debajo. Y, por un instante, puede llegar a parecer que sÃ: puede llevarse cuanto quiera. El aire que nos rodea, el ambiente de una situación. Y sÃ: también las palabras. Las que no se dicen, las que se dicen y no se quieren decir. Las palabras que se lleva el viento y jamás vuelven… y las que vuelven. Qué tonterÃa la del viento, que se lleva lo bueno y deja lo malo. Que se lleva recuerdos y deja rencores. O, más bien, qué tonterÃa la nuestra, que dejamos ganar al viento. Que terminamos acumulando rencor y olvidando recuerdos. Qué tonterÃa.