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Sí o sí – Por Ramiro Cuende Tascón

   

Vivimos tiempos insólitos, por desgracia no son épocas únicas. La historia del planeta es una curva sinuosidal, como la del seno o el coseno. Es decir, funciones trigonométricas y periódicas, con sus altos y sus bajos.

Ayer cuando leí a Francisco confieso que me acongojé, es un hombre del que me fío por su conducta y su pose. El papa advertía que en la actualidad se puede hablar de una III Guerra Mundial, con combates “por partes”, azuzada por intereses espurios como la codicia. Una locura alimentada por “la avaricia, la intolerancia y la ambición de poder” que a menudo encuentran justificación en la ideología y que lo destruye y lo trastorna todo, permitida por una suerte de indiferencia cainita que ya consintió las atrocidades del pasado. Además criticó la indiferencia de la sociedad, que con Caín cuando le negó a Dios, conocer el paradero de su hermano asesinado: “¿A mí qué me importa?”.

Cambiando de escala, y, en ningún caso con el ánimo de amedrentar, cada vez que veo al Oriol el de esquerra, que está a lo suyo, no ha mutado. Cuando veo al solterito de oro, al Artur el divergente, me erizo como las gallinas moñúas de Pepe Monagas. Al primero lo respeto, aunque no comparto nada, nada en absoluto de su discurso, a más a más, no me fío ni de él ni de sus medias verdades -mentiras-. Al otro, que es más falso que una peseta de madera lo detesto política y éticamente. Ha metido a su tierra, y a su gente en un enorme lío. Tras, presuntamente, esquilmar a sus països catalans y a su gente, buscando responsables hasta en la Ínsula Barataria, sin inmutarse, ni ponerse colorado por su pufo gobierno, sacan como borregos a la calle; a sus acólitos y a los aburridos para, ambos dos, jugar al onanismo del poder.
En La resaca, Vicent lo relata con meridiana claridad, cuando dice, algo así como, tras tener la gloria de la patria en la mano, la fiesta acabó, plegaron las banderas, y volvieron a casa. El portal sigue oliendo a repollo; tal vez en los contenedores de basura sigan hozando los mendigos. El vulgo volvió al jergón donde el tedio cada noche le regala un sin fin de sueños rotos, para levantar al amanecer, ir al trabajo tomando el autobús o el tren, cruzar sus caras con los curros de siempre, gente huera cargada de problemas; la crisis, el paro, los hijos, la mierda de todos los días. Pero la fiesta había sido grandiosa. Mas i Gavarró, el mamporrero de Pujol, feliz ¡Si te coge!

Cambie la forma de mirar las cosas y las cosas a las que mire cambiarán. Sí o sí.