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Burocracia feliz – por Jorge Bethencourt

   

A Zinedine Zidane le han sancionado con tres meses de suspensión para entrenar al Castilla, un filial del Real Madrid. Y lo han hecho porque el título de entrenador que posee no es el adecuado en España. Que la denuncia la haya realizado la gente que expide estos títulos en nuestro país y cobra por ello, no deja de ser la lógica del que cuida la teta de la que mama. No sé por qué tiene que tener uno un título habilitante para decirle a doce tipos en pantalones cortos cómo darle patadas a un balón. El de Zidane es ser uno de los mejores jugadores de fútbol de todos los tiempos, ganador de un Mundial y de una Eurocopa. Pero por lo visto no vale en el país de la burocracia. España está plagada de regulaciones, licencias, títulos, habilitaciones, concesiones y obstáculos para muchas actividades. La burocracia feliz calcula si puede haber o no un supermercado en tu barrio, lo que puedes construir en el suelo de tu propiedad, el número de farmacias abiertas en tu pueblo o cuantos taxis pueden circular por las calles de la ciudad. Se convierten en los amos de permisos y concesiones. Y cobran por ellas. En ese universo ya no rige la libre competencia sino el poder del Estado que otorga privilegios a cambio de un generoso pago. Como las bulas papales de épocas más oscuras. Los socialistas canarios han decidido sumergirse en ese incierto espacio presentando una iniciativa parlamentaria para que los hoteles canarios tengan plantillas mínimas. Podrían incluso definirlas, por sexo y nacionalidades. Y ya puestos, nacionalizar los hoteles y gestionarlos directamente con el mismo éxito con el que han gestionado desde lo público los hoteles escuela de las Islas. O sea, con ninguno.