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Consulta – Por Cristina Molina

   

No es coincidencia que tras las consultas estén los nacionalismos e independentismos, ya sea el catalán o el canario. Hace unos años, cuando la modernidad se instaló en la globalización, todos asegurábamos ser ciudadanos del mundo. Hoy, más atrasados que entonces, nos hemos instalado en el egocentrismo político. El nacionalismo es la ideología del egoísmo. Para ser tan sumamente importante el sentimiento de pertenencia es bastante decepcionante que no dé de comer. Solo hace falta saber leer y escribir para comprender que la consulta es ilegal y que no se va a celebrar. No obstante, los remedios que se aplican a pelo siempre son dolorosos y traumáticos. Rajoy no puede pretender despachar el problema con un par de recetas. Si la gestión del actual gobierno sigue en la misma línea y no está a la altura de las circunstancias, el asunto de Cataluña se puede convertir en un dolor crónico para el país. El PSOE señala con acierto y con la libertad propia de estar en la oposición, la necesidad de no quedarse en el peso de la ley. Habría que ver cómo se concreta eso en los grises de la realidad política de nuestro país que está socialmente en las antípodas del consenso necesario para una modificación de la Constitución en materia territorial o federalismo. Cuando la soledad venga a buscar y se lleve, por fin, a Artur Mas y a Paulino Rivero, quedará un importante vacío. No será el vacío de quienes lo inundaron todo de su trabajo sin cesar por el bien de los ciudadanos sino el desierto y la desolación que dejan tras de sí quienes se aprovechan de las instituciones públicas y especialmente de las televisiones autonómicas para sus fines partidistas. Entonces, espero que ya sin manipuladores al frente, nuevamente saldrá a flote el modelo autonómico y nos volveremos a preguntar quién es capaz de dar respuesta a esa llamada.