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Epidemia de miedo – Por Saray Encinoso

   

Comenzó en Guinea, pero en poco tiempo había llegado a Sierra Leona y se había convertido en una epidemia capaz de saltar fronteras, especialmente las de los países más pobres. Los investigadores han llegado a la conclusión de que el primer enfermo de ébola pudo ser un niño de dos años que falleció en diciembre de 2013 tras consumir carne de murciélago. Desde entonces la cepa ha acabado con la vida de al menos 3.431 personas en África y la cifra de casos registrados llega ya hasta los 7.470. Se calcula que solo en el entierro de una curandera más de 300 personas pudieron infectarse de manera directa, multiplicando en días sucesivos el número de damnificados por el contacto con familiares y amigos. La cultura -ritos funerarios-, la escasez de médicos autóctonos -en muchas de las naciones afectadas hay un profesional por cada 100.000 habitantes- y la dificultad de encontrar más voluntarios occidentales para aumentar la cobertura y garantizar el reemplazo son algunos de los principales retos a los que se enfrenta el continente. Pero el ébola es solo un agravante: durante 2013 fallecieron cada día 1.726 personas por malaria y 4.110 por causas relacionadas con el sida.

Esta semana se detectó el primer caso de ébola en España: una de las sanitarias que atendió al religioso repatriado de Sierra Leona dio positivo en el test del virus. La alarma social se desató inmediatamente. Muchos no entendieron que un país que no estaba preparado para atender a un enfermo de estas características se arriesgara a ser el foco europeo. Otros pidieron dimisiones inmediatas. El resto entendió que en algún momento de la cadena hubo un fallo y que solo la investigación desvelará qué ocurrió.

Las posibilidades de que en España se descontrole un virus que se contagia a través de fluidos son nulas. En un país como Nigeria se han contabilizado ocho muertos, y en Lagos, la ciudad más grande del país -hay 25 millones de personas- el ébola está controlado. En Senegal se detectó un caso, pero por fortuna ningún fallecido. Es importante analizar qué falló, qué hicimos mal, si el material utilizado era el correcto o no, si hubo negligencia médica a la hora del diagnóstico y si detrás de los recortes está la causa de este desastre. Eso sí, es más importante no perder la perspectiva de que vivimos en un país desarrollado en el que la excepción es la tragedia. África es un continente que vive una crisis permanente, un bucle de amargura del que no sale. Y muchas veces con nuestra ayuda.

@sarayencinoso