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Los errores del final – Por Francisco Pomares

   

Paulino Rivero había planificado una estrategia de acción política para el final de esta legislatura, que coincidiera con el inicio de su prevista campaña a la reelección presidencial. La apuesta contra el petróleo, las movilizaciones ecologistas y la presentación de un perfil moderadamente radical, eran los elementos centrales de una ‘reinvención política’, con la que Rivero pensaba presentarse ante el electorado nacionalista. Rivero es un político profesional que se ha reinventado ya en dos o tres ocasiones, desde esa alcaldía de El Sauzal que nadie le ofreció -la pidió insistentemente a la dirección de UCD hasta que le hicieron caso-, desde el primer insularismo isloteñista al nacionalismo canónico, y desde un antisocialismo furibundo a hacerse presentar en la Villa y Corte por Alfredo Pérez Rubalcaba-.

Seguro como estaba Rivero de su reelección como candidato, quería hacer su tercera campaña vestido con los ropajes de un nuevo populismo y adornado por una vocación medioambiental y ecológica recién adoptada. Por desgracia para él, no midió en serio el rechazo que casi ocho años de presidencia con ribetes despóticos había provocado no ya entre los ciudadanos, sino incluso entre sus propios colegas de partido. La candidatura de Fernando Clavijo, que comenzó casi como una respuesta a la inevitabilidad de la reelección de Rivero, fue cobrando fuerza hasta convertirse en un movimiento respaldado por la mayoría de las organizaciones insulares y grupos de Coalición, cuyo objetivo no es sólo descabalgar a Rivero de la Presidencia del Gobierno, sino alejarlo de toda forma de poder, como evidencias los últimos pasos dados por Clavijo para hacerse con el control de la estructura interna de Coalición.

De Rivero pueden decirse muchas cosas, y yo mismo creo haber dicho muchas de ellas, pero no es en absoluto ni un blando ni un tonto. Lo razonable es que a la inmediata aceptación de su derrota frente a Clavijo -que protagonizó con cierta elegancia el día de autos ante sus compañeros- le hubiera seguido una mayor flexibilidad en la transferencia de poder a los nuevos. Pero no es así. Alguien le habrá comido la oreja desde aquél sábado fatídico en su biografía, porque sigue actuando como si nada hubiera ocurrido, como si siguiera mandando en un partido que le ha dado públicamente la espalda. Ese es sin duda su mayor error en este final de fiesta. Al que se suman algunos otros, como no consultar la pregunta a los suyos, rechazar el diálogo con Clavijo, encabezar la ridícula protesta ante el Congreso, calentarse e insinuar -que no asegurar- una posible desobediencia al Constitucional… errores todos ellos fruto probable del deseo de mantener la imagen que diseñó para su campaña de reelección.

Porque Rivero ya no está en campaña, lo que esta es de retirada. A ver si se para un momento y lo entiende.