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Hablar por hablar – Por Leopoldo Fernández

   

Está visto que Paulino Rivero quiere afianzar su protagonismo político justamente cuando ya entra en la fase final de su mandato y hasta su propio partido, al negarle la confianza, le ha retirado de la carrera electoral por la presidencia. Sorprende esta actitud un tanto obsesiva porque lo que el presidente del Gobierno y de Coalición Canaria trata de defender hoy debería haberlo planteado en su momento, al inicio de la legislatura, bien como propuesta partidaria, bien como programa de gobierno. Ahora sus palabras suenan vacías y poco creíbles en una especie de hablar por hablar, hacer ruido y llamar la atención, ya sea del Ejecutivo central -para enviar un mensaje de advertencia de cierto contenido independentista- o de la formación política que preside -en un afán de comprometerla hacia una dirección ideológica más radical-. El artículo que Rivero publicó ayer en los periódicos de Canarias, en el que solicita una soberanía compartida con el Estado y que la presencia de la Administración central se limite exclusivamente a las Fuerza Armadas, sólo puede ser calificado de ventajista u oportunista, ya que el marco competencial que propugna resulta utópico desde cualquier punto de vista. Ningún Estado federal llegaría a ese extremo porque un Estado central tan famélico y capitidisminuido sería absolutamente inviable. Las legítimas aspiraciones canarias de autogobierno, que deben ser fruto de diálogo y consenso, pueden o no coincidir con las de CC; lo que no cabe es que violen flagrantemente la letra y el espíritu de la Constitución al reclamar para las Islas, como hace el “presidente de Canarias” -denominación inexistente oficialmente, aunque en calidad de tal firma el artículo- un estatus sólo previsto para pueblos bajo dominio colonial, tal y como -quiero creer que por error o desinformación- solicita Paulino Rivero al referirse a las resoluciones de Naciones Unidas 742 y 1514, que datan de 1952 y 1960, respectivamente. Resumiendo: Estatuto especial de Autonomía, sí; soberanía compartida en ciertas competencias, desde luego; Administración única en el Archipiélago, puede que también, aunque con matices; estatuto fiscal diferenciado, por supuesto. Así ha sido en el pasado y hoy, con la globalización, es un signo de los tiempos, la razón de ser del Estado de las Autonomías, particularmente en Canarias, el ‘leitmotiv’ de organismos supranacionales (ONU, FMI, UE, BCE, etc.) y hasta de algunas firmas multinacionales, que exhiben tanto o más poder soberano que algunas instituciones e incluso estados. Pero las desmesuras y las soberanías utópicas no casan con el sentido común y con el mejor encaje canario en una Constitución actualizada fruto del acuerdo entre todos.