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La venta de La Colasa – Por Ramiro Cuende

   

En los últimos tiempos, disfruto pensando en la deporta soledad, en la independencia vital, en la alegre tristeza, o en como quiera que se llame esta forma de vida que me he dado. La libertad siempre ha tenido un coste, un bello valor con un debe y un haber. Cuando suma multiplica, y cuando resta divide. Obvio, se trata de sumar, por poco que sea, multiplica ¿Se corren riesgos? Seguro, pero la libertad practicada éticamente, reporta pingües réditos vitales, no así, el libertinaje y la satrapía. En lo que hace a este soliloquio. Estos días he disfrutado leyendo dos literarias y actuales columnas periodísticas. Ah, y, con otra que olvidaba por lo sorprendente de su firma. Marhuenda, por fin duda. El aborto de la ley de Gallardón ha obrado el milagro de que Paco acuse a Mariano, al presidente de su vida, de “oportunismo electoral” y estima su medida como “un grave error” y “una incoherencia histórica”. Creo que va a haber un cambio de patrón en las bordadas que Paco va a dar en lo que queda de legislatura, o sea, que va a navegar de bolina alternativa de una a otra banda del pepé, y huirá si no ganan los suyos, a Méjico de mariachi, o a Canadá de zampabollos a lo Ignatius Riley. Como diría Llamazares, no el político, lo que sorprende es que aún haya españoles que se extrañen de lo que pasa. Nuestros clásicos, ya lo relataron; el célebre Patio de Monipodio, la sevillana escuela de ladrones a la que iban los pícaros cervantinos Rinconete y Cortadillo. O, la fabulosa tierra de Jauja, “donde se come y se bebe y no se trabaja”, que inmortalizó Lope de Rueda, o la pensión de Quevedo, la segoviana del Cabra, se diferencian muy poco de una parte de la España que vivimos, la de los rateros. Sigamos, Joaquín Estefanía lo aclara cuando habla de los costes corruptos y dice que la corrupción en España no es distinta a la de otros países, lo es la pasividad para atajarla, como en el Patio de Monipodio. O, cuando Javier Marías reflexiona sobre lo que pasa en Cataluña, y dice, esa fiebre huele a artificial. Lo decisivo de una independencia no es el hecho en sí, sino en manos de quién queda uno. El panorama catalán no es mucho mejor, en ese aspecto. Esa es la cuestión, ¿en qué manos quedan? Independencia muy bien, el aislamiento, también, pero para quedar en manos de La Colasa de la calle del Bastero, que tie’ un negocio que por nada lo traspasa. Igual me dedico a jugar al bádminton con un amigo, al que felicito por sus logros y trofeos, y con el que aprendo a escribir.