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Visto para sentencia – Por Francisco Pomares

   

A la espera de que el Constitucional pise el acelerador a su fallo sobre la consulta catalana con la misma presión y rapidez que se dio al tramitar la impugnación del Consejo de Ministros, Cataluña corre ya el peligro de convertirse en un ente imaginario, un pisto de clichés y fastasmagorías que no tienen nada que ver con lo que de verdad hay y lo que se siente. Un puré pasado por convergentes y asociados por la túrmix del patriotismo catalán más mustio, y por el Gobierno Rajoy por el chino de los lugares comunes sobre el destino unívoco de la nación española. Si el nuestro fuera un país más civilizado, como el Reino Unido, quizá habríamos encontrado entre todos la forma de salir de este entuerto escuchando lo que los catalanes quieren, que probablemente se habría parecido mucho a lo que los escoceses han dicho que quieren. O no. Pero esa no es la cuestión. La cuestión es que la negativa a buscar cualquier cauce para discutir sobre la posibilidad de la secesión ha convertido el escaso atractivo de una idea tan rancia y viejuna como la independencia, en un asunto por el que media Cataluña esta ahora dispuesta a jugársela al todo o nada. Estamos, pues, ante una nueva demostración de que en la política española lo importante acaba siendo siempre quien la tiene más larga. El Govern tendió una trampa al Gobierno de España que al final se ha convertido en una trampa a sí mismo. La campaña secesionista, la convocatoria de una consulta que no puede producirse en el marco de las leyes actuales y el traslado al pueblo catalán de la ofensa que supone no permitirle un derecho a decidir que no esta en nuestro ordenamiento constitucional, ha dado como resultado que Convergencia este muerta y sus líderes cubiertos hasta la coronilla de porquería, con la pequeña ayuda de la guerra sucia desatada por el Estado. Pero no sólo son los millones amontonados por los Pujol y los negocios siempre barruntados y ahora explicitados de toda la sagrada familia convergente, lo que lleva a Convergencia a la catástrofe. Quizá una parte de los votantes nacionalistas podrían perdonar a Pujol y Cía que se hayan puesto las botas. A fin de cuentas, a los votantes del PP no parece que les haya afectado mucho el caso Bárcenas. Lo que de verdad está destruyendo Convergencia es que el honorable Mas dio rienda suelta a un sentimiento, y los sentimientos en política son tigres que suelen devorar a quienes los cabalgan. Así las cosas, toda esta operación de celebración de lo imposible, sólo va a tener dos beneficiarios: el patrioterismo catalán más radical, que rentabilizará la representación del martirio de ese pueblo que se envolvió en las estelada con la misma devoción con la que la Pantoja se envolvía en la roja y gualda, y el patrioterismo español, que va a vender la fortaleza frente a Cataluña como el mayor éxito del PP en este mandato de sombras y más sombras.