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En la jubilación de Leocadio, conductor del PMM – Por Ángel Delgado Martín

   

En el presente mes de noviembre se jubila Leocadio Díaz, conductor del Parque Móvil de los Ministerios. Es un hecho administrativo que de por sí carece de interés salvo para el propio jubilado y su familia y, sin embargo, no quisiera que pasara sin más, sin resaltar los valores humanos y las capacidades profesionales de que ha hecho gala Leocadio a lo largo de su dilatada vida como conductor al servicio de la Administración del Estado, y que no pasaron inadvertidos para cuantos tuvimos la suerte de coincidir con él en el destino, y que, por tanto, es el momento oportuno de destacar.

Ingresó en el año 1974 en el PMM, hasta que en el año 1978 pasó destinado con carácter permanente al Gobierno Civil de la Provincia, para desempeñar sus funciones, donde le conocí en el año 1991.

Durante más de cinco años coincidimos, lo que me concede la condición de testigo privilegiado, pues es tiempo suficiente para poder comentar sin error sus condiciones humanas y profesionales.

Es un hombre que resume las virtudes de nuestro pueblo, refleja en su manera de ser y hacer una dignidad personal, reñida con el servilismo, además de sencillez y honradez en el carácter y comportamiento. Al mismo tiempo que actuando siempre con una total discreción, seriedad y reserva, que el puesto le exigía. Y no dejando traslucir sus posibles preocupaciones personales, en el cumplimiento de su deber, acompañándole siempre una sonrisa socarrona, sin mostrar, por otro lado, contrariedad alguna por las incomodidades que el servicio concreto le podía deparar.

Las anteriores condiciones venían acompañadas por un conocimiento detallado de la geografía isleña, de sus carreteras secundarias, caminos vecinales hábiles para la conducción, y cualquier vericueto que garantizando la seguridad nos permitiera llegar puntualmente a nuestros compromisos, pues no siempre estábamos sobrados de tiempo. Nunca sufrimos ningún contratiempo en la circulación durante los cinco años, y en los miles de kilómetros recorridos, y ello fue debido a su alta profesionalidad y destreza en el oficio.

Como colofón quiero señalar su lealtad, sin servidumbre personal ni política. Era consciente de que los gobernadores se sucedían, lo mismo que las alternativas políticas con responsabilidad de gobierno cambian según la voluntad de los electores expresada libremente, pues eso es la clave de la democracia, y él como servidor público tuvo muy claro que debía cumplir con su deber siempre al margen de las coyunturas.

Espero haber justificado el porqué de mis palabras escritas en honor a Leocadio, después de cerca de veinte años en que cesé en el Gobierno Civil, pues sólo he intentado manifestar públicamente mi agradecimiento, respeto y reconocimiento al titular de un puesto en el que acaba de cesar por jubilación, que aparentemente puede parecer modesto por las funciones que presta, pero sin embargo es clave y fundamental, y que cuando se ejerce con garantía y eficacia recibe casi siempre una valoración callada.

*GOBERNADOR CIVIL DE SANTA CRUZ DE TENERIFE ENTRE 1991 Y 1996