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El fenómeno Podemos, obra y mérito del Partido Popular y del PSOE – Por Leopoldo Fernández Cabeza de Vaca

   

Un día sí y otro también, Podemos sigue ocupando el centro del interés político nacional. Podrá gustar o no, pero se trata de una realidad incuestionable. Así lo reflejan las encuestas y así lo confirman las tertulias, los comentarios de opinión y, sobre todo, la sencilla voz de la calle. El fenómeno Podemos ha enganchado a buena parte de la sociedad española, hastiada de los escándalos de corrupción que afectan a quienes hasta ahora conforman las bases políticas del sistema: PP, PSOE, IU, CC.OO. y UGT. En apenas cinco meses de existencia, Podemos ha despertado el interés por la política, ha capitalizado la atención general de la ciudadanía y se ha convertido en el revulsivo con el que una parte no pequeña de los votantes potenciales del país pretende canalizar su desencanto, su hartazgo y sus deseos de cambio.
Del 7% de intención de voto que cosechó en las elecciones europeas de mayo pasado, en las que logró cinco parlamentarios, Podemos no ha dejado de crecer hasta alcanzar actualmente en torno al 23%, según el último barómetro realizado por Invymark para La Sexta, lo que supone un crecimiento de cinco puntos en menos de un mes y coloca a esta formación por encima del PSOE y a escasos dos puntos del PP, los partidos a los que Iglesias denomina “de la casta”. Tratar de encauzar una corriente popular de insatisfacción generalizada cuando no se dispone de experiencia política puede parecer un objetivo imposible; pero los desmanes que vive el país y la abrumadora desconfianza que se manifiesta hacia la actual dirigencia política, tanto del Gobierno como de la oposición, no parecen hoy por hoy razones suficientes para arrumbar la esperanza depositada por muchísimos ciudadanos en un grupo de jóvenes profesores universitarios a los que -no tengo la menor duda- la gestión les viene demasiado grande. No hay más que escuchar o leer la mayoría de sus propuestas para convencerse de su populismo atropellado y de su falta de realismo y coherencia ideológica con el mundo en el que se inserta España.

Corrupción y crisis

Así y todo, las reiteradas manifestaciones de sus principales líderes -con Pablo Iglesias, Juan Carlos Monedero e Íñigo Errejón a la cabeza- contra la corrupción y contra el recetario oficial para la salida de la crisis económica, unidas al uso de unas técnicas inmejorables para llegar a la audiencia, sobre todo radiofónica y televisiva, mediante la utilización de un verbo muy estudiado y duro, incluso hiriente y agresivo, y unos mensajes claros, nítidos, con una oratoria sin florituras y unos usos de comunicación eficientes y habilidosos, han dado a Podemos un gran plus de atención y credibilidad entre la gente. Un plus que nace de la coincidencia entre la actual etapa de corrupción y las dificultades que atraviesa una parte relevante de las familias españolas debido a la crisis, el paro, la austeridad y la pérdida de derechos sociales y laborales. A lo que hay que añadir unas soluciones populistas de Podemos que gustan a la gente, como la creación de una renta básica universal, el impago de la deuda exterior, la jubilación a los 60 años, el rechazo frontal de las políticas de ajuste y austeridad, la mayor intervención del Estado en la economía, la creación de más impuestos para los ricos, etc.
Más que un partido propiamente dicho o un no-partido político, Podemos es un movimiento transversal fruto de la coyuntura y del pésimo ejemplo en el desempeño de sus responsabilidades que ofrecen las dos grandes formaciones nacionales (PP y PSOE) y los dos grandes sindicatos (CC.OO. y UGT) que han pilotado la transición española y los 35 años de democracia merced a la Constitución del 78, a los que se puede añadir Izquierda Unida. Podemos no se plantea confrontar ideológicamente en el juego tradicional de izquierda y derecha, sino que trata de reunir a los ciudadanos contra “la casta”, contra quienes ocupan el poder. La gente ve a sus dirigentes más cercanos, limpios y comprometidos, capaces de capitalizar el descontento de quienes hasta ahora han votado a otros. Podemos viene a ser como una gran pantalla que refleja, e incluso agranda, lo que los grandes partidos hacen mal e incluso muy mal.

Con todos sus defectos y exageraciones, el diagnóstico general que ofrece Podemos sobre la situación española no se aleja mucho de la realidad. El problema empieza cuando, con soluciones imposibles, sus dirigentes acaban manifestándose como “unos jóvenes radicales, soberbios y prepotentes”, por utilizar los calificativos que emplea Joaquín Leguina, ex presidente socialista de la comunidad de Madrid. Una cosa es el diagnóstico, más o menos acertado, y otra las soluciones que propugnan, abiertamente utópicas e inaplicables en España. Más que salidas democráticas, se trata de remedios caducos, en unos casos de corte comunista, fracasado y bien fracasado, y en otros de populismos iberoamericanos propios de dirigentes como Chaves, Correa o Morales.

Aunque Podemos se viene apresurando a rectificar o matizar algunas de sus ideas iniciales, ¿cómo aceptar a estas alturas que PP, PSOE y CC.OO. y UGT pueden pasar por franquistas o herederos del franquismo? ¿Cómo admitir que es preciso enterrar el espíritu de la transición y cambiar radicalmente el sistema político, económico y social que nos hemos dado con la Constitución del 78 y olvidar que gracias a la Carta Magna y al espíritu de concordia y consenso fue posible superar los efectos de una contienda civil y alcanzar luego el más largo periodo de paz y prosperidad de la moderna historia de España?
Ruptura con el pasado
Parece mucho más razonable evolucionar que romper, modificar que destruir. La regeneración política presupone el cambio de hábitos, la mejora del sistema y su perfeccionamiento continuado. La corrupción se combate con mejores leyes, con sanciones más duras, con controles minuciosos y sistemáticos, con el vilipendio público de quienes la inspiran y quienes la practican, con la transparencia y la ejemplaridad. Lo que no se puede hacer es querer cambiarlo todo partiendo de cero. No hay hoy otro sistema que el sistema democrático ni otro modelo más eficiente que el capitalista. Con las correcciones que se quieran y los ajustes que se precisen. Tras la caída del muro de Berlín, no hay comunismos que valgan, ni en China, ni en Corea del Norte, ni en Cuba. Ni tampoco populismos de tres al cuarto que a la postre se convierten en perversos engañabobos.

Algunas de las pretensiones de Podemos son no arriesgadas sino peligrosas e imposibles. ¿Cómo vamos, por ejemplo, a salir de la Unión Europea y abandonar el euro? ¿Cómo vamos a dejar de pagar la deuda externa e incluso la privada? ¿Cómo vamos a volver a una política de nacionalizaciones y de predominio absoluto del peso del Estado? ¿Es razonable hablar en estos tiempos de globalización de soluciones basadas en el centralismo democrático, de indudable origen leninista, para sacrificar la participación ciudadana en la toma de decisiones en favor de la eficacia?
Y un nuevo sindicato
No sé si Podemos será capaz de evolucionar y abrazar un realismo pragmático, se convertirá en un partido fuerte y bien implantado o quedará como fenómeno coyuntural que perderá fuelle e importancia según mejore la coyuntura económica y los partidos políticos procedan a su regeneración y puesta al día, dos objetivos de la máxima urgencia si no quieren verse barridos por los nuevos vientos de la historia. De momento, a partir de este fin de semana y hasta el miércoles, la formación que lidera Pablo Iglesias procede a la elección de sus órganos de dirección, el Consejo Ciudadano, la Comisión de Garantías y la Secretaría General.
En este interregno, en los aledaños de Podemos ha nacido lo que faltaba: un nuevo sindicato, Somos, de carácter “independiente” y que comparte “los principios éticos de transformación de Podemos”, con el que no tiene -afirma- ninguna vinculación orgánica. Este nuevo sindicato propugna la autofinanciación, las decisiones asamblearias y la inexistencia de liberados. Su razón de existir la subrayan en su proclama de lanzamiento: “El modelo actual está agotado, salpicado por la corrupción y liderado por unas castas que han traicionado a sus bases”.