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Mirar a los ojos a nuestros niños – Por José Gilberto Moreno García

   

Este 20 de noviembre harán veinticinco años de la Convención de los Derechos del Niño, más de ocho millones en España, más de cuatrocientos mil menores de edad en Canarias, que ante todo deben estar bajo el paraguas de su cumplimiento. En estos años de dificultad económica, el día a día ha ido señalando y subrayando la atención en la parte más vulnerable, erróneamente llamada débil, dirigiendo todas las miradas hacia la infancia, hacia los niños y niñas que no pueden desarrollarse de manera normal fundamentalmente por verse inmersos en un contexto familiar donde el paro o la desestructura convivencial han tocado inmerecidamente a la puerta. En Canarias, dentro del ámbito de protección, existen más de dos mil quinientos menores en situación de desamparo, es decir, que no conviven con sus progenitores por no hacerlo de manera adecuada, por ser contraproducente esa convivencia para esos niños y niñas hasta que se revierta a una situación normal, y todo ello sin que se tengan en cuenta las condiciones económicas. Por suerte, esa reversión se está dando en los últimos tiempos más frecuente y más ágil. La apuesta en firme por el acogimiento familiar ha supuesto un cambio de sistema radical en los recursos de protección que está sirviendo de modelo y que ha generado una respuesta solidaria y generosa de las familias canarias, que ayudan a que los procesos de intervención con las familias y los menores lleguen a un final feliz, y todo impregnado por una afectividad a raudales para todas las partes, ese es el secreto, conjuntamente con el acompañamiento continuo y permanente.

Quizás estemos ante la solución a lo que a veces nos preguntamos cómo actuar, cómo comprender, cómo ser buenos padres y madres, cómo reconducir situaciones, cómo escuchar, cómo comunicarnos. La respuesta está en nosotros pero también en la mirada de nuestros hijos e hijas, chiquillos y chiquillas, guayetes o chinijos y chinijas. Debemos ocuparnos de que las necesidades básicas de los menores de edad, y yo diría que de todas las personas, estén cubiertas. No está justificado ningún otro gasto si detectamos situaciones de este tipo; por ley, por derecho, por ética, por conciencia, por obligación. Ningún responsable público, es más, ninguna persona o entidad, debe permitirse manifestaciones de alarmismo o sensacionalismo, sin que antes no se haya ocupado de abordarlo por muy esporádico que sea el caso. La crisis económica que se acentúa en Canarias afecta al sostenimiento de las familias, y por consiguiente, a los niños y niñas. Los estudios de pobreza infantil van directamente relacionados con la pérdida de ingresos económicos de las familias, y aunque esa pobreza se defina como pobreza relativa, aquella que hace inoperativa la respuesta a los imprevistos de nuestra actual sociedad, no debemos ni siquiera rozar nunca la línea roja de cuestiones no discutibles. Y no rozar esa línea significa activar los desayunos y comedores escolares gratuitos, el acceso a la educación y materiales escolares sin coste, la prioridad en la vivienda pública y en los planes de empleo, o la solución básica y base de conseguir que en cada familia canaria como mínimo exista un puesto de trabajo, un ingreso económico.

En estos tiempos de crisis establecemos prioridades, aparecen pactos, estrategias, planes, acciones y convicciones, y es bueno que eso se produzca. Son muchos los menores de edad en Canarias que se han visto afectados, que no han entendido ciertas cosas, y que cuando han preguntado le han derivado la respuesta para que le pregunten a otro. Se han eliminado actividades de acceso gratuito, se han cerrado escuelas infantiles y centros de día, se limita el ocio y tiempo libre cultural y deportivo, se margina a los menores diferentes por capacidad o conducta, se es indiferente en el acceso libre a sustancias tóxicas o alcohólicas, no se facilita la conciliación familiar, el maltrato parece impune, los medios de comunicación no respetan imágenes ni horarios, la seguridad infantil sigue demasiado flexible, la formación y la información no se miden por desarrollo experiencial, las nuevas tecnologías se tornan en amenazas, el voluntariado altruista en materia infantil disminuye considerablemente, los riesgos permanecen en el tiempo, tiempo que están deseando que pasemos con ellos.

Creo que sería bueno aprovechar el Día Universal del Niño, que celebramos hoy, 20 de noviembre, para repasar los derechos de la infancia, jurídicamente obligatorios por cierto, y cuando ocupemos nuestro día a día, todos, absolutamente todos y todas, personas, familias, instituciones, miremos a los ojos de nuestros menores, que todavía les queda crecimiento y madurez, y les respondamos qué vamos a hacer, o mejor aún: qué estamos haciendo por ellos.

*DIRECTOR GENERAL DE DEPENDENCIA,INFANCIA Y FAMILIA DEL GOBIERNO CANARIO