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Veroño – Por Jorge Bethencourt

   

Estamos viviendo lo que en plan de chiste se conoce como veroño; una estación que, de seguir así, nos llevará a tomar batidos de polvorones. En Canarias se nota menos, porque aquí ya estamos hechos a la calufa, pero en el resto del Estado la gente está descompuesta pensando que el clima está como una cabra. A pesar de que esto que vivimos se llama “buen tiempo” hay gente que no hace más que protestar. Porque les pone el frío. Y los calentólogos han aprovechado este octubre cálido para lanzar de nuevo sus admoniciones del apocalipsis zombi climático. Alguno, incluso, cuando explica a la gente por la televisión las causas de que Gaya esté trastornada, asegura, mirando a la cámara con dramatismo, que esto es fruto del calentamiento global. Las masas de hielo de los polos tienen cada vez menos hielo a causa de los perversos tubos de escape de nuestros coches, el uso del carbón en las industrias de China y el desodorante que algunos deberían usar un poco más. Y como hay menos hielo se enfría menos el aire. Y ahí queda eso. Yo no veo que tenga nada de malo que el mundo se caliente un poco. Lo prefiero a una glaciación. Claro que para gustos hay mamuts. Pero es que además la Antartida está actualmente en sus mayores niveles de hielo desde hace treinta años que los satélites empezaron a monitorizarlo. Los expertos dicen que aumenta el hielo marino, a pesar de que el océano Antártico se ha calentado. Y se mesan los pelos desconcertados. El clima está cambiando pero nadie tiene pruebas de las causas. Hay que disminuir la huella ecológica sobre el planeta. Vale. Pero los sacerdotes de esta nueva religión mitológica del clima empiezan a ser cargantes.