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Yo sí creo en los superhéroes – Por Agustín M. González

   

Reflexión se llama la columna semanal que escribe en el DIARIO Juan Pedro Rivero, rector del Seminario Diocesano de La Laguna. Y, precisamente, mucha reflexión me provocó la que publicó la semana pasada, titulada Los superhéroes no existen. Vaya por delante que entiendo el sentido con el que Juan Pedro hace esta aseveración y en el contexto en el que desarrolla su discurso. Por ahí la suscribo por completo. Pero me voy a atrever, con todo respeto y cariño, a disentir un poco -tan poco que en realidad en el fondo coincidimos-, aunque solo sea para reafirmar mi fe, además de en Dios, el creador, el ser supremo o como queramos llamarlo, en el ser humano; mi fe en el hombre. Yo sí creo que existen los superhéroes; los superhéroes de carne y hueso. Yo creo que existen los superhombres y las supermujeres, y gracias a ellos este mundo avanza, entre tanta desgracia, caos y desazón. Sin ir más lejos, un superhéroe de mi juventud fue San Juan Bosco. Yo estudié en los Salesianos de La Orotava y recuerdo que cuando nos contaban la vida del santo de Turín sentí admiración por aquel cura bondadoso y obstinado en extremo, valiente y divertido, que dedicó su vida a cuidar a los niños y jóvenes desamparados. Creó hogares de acogida en los que además les educaba, les enseñaba un oficio y les preparaba para la vida. Para mí Don Bosco era un superhéroe. Como lo son a diario muchos hombres y mujeres anónimos que sirven de guías imprescindibles para que la humanidad avance y evolucione sin perder su condición de tal: su humanidad. Los misioneros que trabajan en el Tercer Mundo son superhéroes de verdad, al igual que los buenos médicos que salvan vidas todos los días. Y las parteras que ayudan a venir los niños al mundo. Y los científicos e investigadores de todo tipo, que con escasos medios y reconocimiento mejoran nuestras condiciones de vida. Y los voluntarios, que ayudan desinteresada y honradamente en las ONG. Y los ecologistas, que luchan por salvar un planeta que nosotros mismos estamos matando irresponsablemente. Y los corresponsales de guerra, que se juegan la vida por informar de las tragedias de otros pueblos y por su libertad. Y los políticos honrados -que los hay, la mayoría- que sacrifican sus familias y sus carreras profesionales por su vocación de servicio público. Y los maestros y profesores, que forman a las generaciones futuras. Y los grandes artistas, que nos estimulan a soñar y crear. Y también son superhéroes todos los padres y abuelos que, como los míos, fueron capaces de sacar adelante una familia, con mucho esfuerzo y mucho cariño… Sí, hay muchos superhéroes, anónimos, sin capas ni máscaras ni superpoderes, pero capaces de enseñarnos que el ser humano, cuando es íntegro y generoso, es tan poderoso que hace avanzar el mundo solo con su ejemplo.