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Geografía islamista – Por Rafa Muñoz Abad

   

El nuevo enemigo de Occidente ya no es aquel viejo perro rojo sino una ideología radical que bajo una interpretación distorsionada del islam llama a la guerra santa. El yihadismo es una hidra que igual sacude el Sahel, lo que pueda quedar en pie de Irak o Siria, o atenta en el maratón de Boston. Un pensamiento que no conoce de fronteras físicas si no ideológicas y en cuyas filas hay europeos y norteamericanos de nacimiento. Las pasadas operaciones de Francia en el norte de Mali y el preposicionamiento militar, allende de la educación generacional, parecen ser las únicas soluciones para dar freno a una amenaza fluctuante y compleja de combatir. La metástasis del islamismo en África es extensa y discreta. La franja central del Sahel desde el interior de Mauritania, atravesando el profundo sur argelino, aprovecha el caos libio y el anonimato chadiano para llegar a las orillas del Mar Rojo; y de ahí, a la central de wahabismo saudí: se diga o no, mecenas del terrorismo internacional. El problema no reside ahí. El norte de Nigeria es un territorio sin ley más allá de la que dicte Boko Haran. En la “supuestamente” idílica Gambia, hay claras conexiones con células extremistas de Bissau y Nigeria solapadas con el crimen internacional y los narcos latinoamericanos; y para [mal] analizar lo que ocurre en Somalia, harían falta horas. Incluso nuestro aliado marroquí no está libre de melanomas yihadistas. Razón por la que su eficiente servicio de inteligencia no da abasto. Rabat es nuestro primer cortafuegos; motivos por lo que EE.UU. y París respaldan su estable monarquía al precio que sea. En Europa, el problema no es menor. Los suburbios musulmanes de Estocolmo – donde no puede entrar la policía – o los barrios londinenses donde hay mayoría de nigerianos, son taifas Sharia repletos de madrasas donde se forman radicales. ¿Y en España? Aquí no estamos exentos ni de cerca; todo lo contrario. El barrio ceutí de El Príncipe es la primera línea del islamismo radical en nuestro país. Todo un desafío para nuestras fuerzas de seguridad que constantemente realizan un arduo trabajo – conjuntamente con las marroquíes – deteniendo sospechosos e informando de los muchos que han decidido enrolarse en las filas de Estado Islámico.

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