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Hagamos algo – Por Ramiro Cuende Tascón

   

Cuando escribo este artículo la tele suena de fondo, por momentos escucho Los colores del desierto, luego las noticias de los actos del día de fiesta de la Constitución, el del puente del 6 al 9 del doce, el que gozamos cada año. Esta celebración, la del 2014, me ha parecido huérfana, ausente de nuestros representantes. Cada cual ha puesto por disculpa la que le ha venido en gana. Todos tienen su porque sí. Ya se olvidaron de cuando lloraban por tener una constitución, por pequeña que fuera. Hoy unos y otros, nacionalistas, independentistas, y toda suerte de istas, se limpian el pote con el texto que devolvió a España la libertad, la democracia, la palabra, me atrevo a decir, la alegría y unas nuevas ganas de vivir.

Para un tal Rull, Josep, un respetable imbécil y genio de la política al uso, “la Constitución española es una jaula y ahora hay que redactar la catalana”, que por la lógica de los hechos no será una gavia, será el paraíso. Vaya película de intereses, de buenos y malos. Soy de los que piensa que con la Carta Magna no se juega, tampoco se ha de hacer política de chicha y nabo con ella, sabemos cómo se empieza, y cómo se acaba. El público estamos hasta el alma de tanta y tanto mediocre, que come y se lleva lo que puede incluso sin robar. Por cierto, por si sirve, nuestro PIB en 2013 para desgracia de todos es el quinto por la cola, con 18.873 euros por barba, entre todos 40.299 millones de euros. Eso, a vivir que son dos días.

En 1978 redactamos una constitución, claro que mejorable, modificable, y, en manos de algunos, arruinable. ¿Cómo es posible que no seamos capaces de ponernos de acuerdo en actualizarla de ser necesario, y educar en su respeto? ¿A qué se debe que hoy en día no se pongan de acuerdo para escribir entre todos un texto de obligada enseñanza, que sirva para aprender a tolerar democráticamente desde la infancia, algo así como “Educación y Urbanidad para todos”? Un cuerpo de ideas que nos permitan vivir juntos con unas normas de convivencia pacífica, en las que se acepten las reglas del juego democrático, los derechos fundamentales, y los valores constitucionales.

España ha de cerrar las viejas cuentas para crear un país como Dios manda. Hay que desinfectar las llagas abiertas, pero me temo que los políticos de hoy, de un color y de los otros, tienen pocas ganas y poca capacidad.
Vivo harto de tanto patriota de flan con la boca llena de banderas que se lo refozingan luego en puteros paraísos. ¿Qué quiere que le diga?