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Donde acaba mi libertad – Por Ylka Tapia

   

El grito es unánime: parte de la prensa, al menos la europea, no cederá ante el terror porque, escribe Elisa Beni en su columna en ElDiario.es, el “miedo es el enemigo de la libertad”. Y esta no es la primera vez que una publicación sufre un ataque terrorista, aunque sí ha sido el más letal y cruento, como evidencian no solo las imágenes del policía musulmán rematado en plena acera, sino también el trágico número de muertos.

La sátira, blanco del fundamentalismo, reabre el viejo debate en la profesión sobre la pertinencia o no de respetar, entre otros asuntos tabú, el aniconismo: la prohibición de algunas religiones abrahámicas (el judaísmo e islamismo), de representar personas o animales en el arte sacro, ya que de esta forma se reduce a Dios a lo material y, por tanto, a lo tangible y perecedero.

Este problema de trasfondo teológico que atañe no solo a la libertad de expresión y religiosa, tambalea los pilares de la prensa libre y, tal y como afirmó el exministro francés Francois Fillon, “(…) es un derecho inalienable de nuestra democracia”. Un derecho que ejercido con un bolígrafo, lápiz o incluso smartphone, “armas de comunicación masiva”, ha incomodado a quienes se sentían contrariados.

La amenaza de una reacción negativa del mundo musulmán no impidió que Jyllands-Posten publicara en 2005 -no piensa hacerlo ahora “por responsabilidad”- unas caricaturas de Mahoma, generando así más de 130 muertes, incluidas las de este pasado miércoles en la redacción de Charlie Hebdo, que, tras replicarlas solidariamente haciendo oídos sordos a las críticas, adoptó una política intransigente de librepensamiento. Viñetas ofensivas o no, citando el editorial de El Mundo del jueves 8, se debían “resolver en el terreno de las ideas o, llegado el caso, en los tribunales” y no mediante un inconcebible derramamiento de sangre.

Si el objetivo era desestabilizar a Europa, es cierto que lo han conseguido -me invade una sensación de indefensión-. Pero lo que parece que jamás lograrán es que se deje de “combatir el terror con la palabra”, premisa de El País tras el atentado de 1978, y que la libertad del individuo acaba donde comienza la libertad de los demás.

@malalua