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Mero azar – Por Pedro H. Murillo

   

Algunos lo cuestionan pero el azar existe en forma de miles de probabilidades que, según los físicos teóricos, se pueden desarrollar en éste y en otros multiuniversos. Lo sé; resulta un panorama desolador y desconcertante. Nuestra libertad, esa tan duramente conseguida  a raíz de las estructuras de la Ilustración, se disuelven en el aire. Con la llegada de 2015 revisito aquellos manifiestos de las vanguardias de principios de siglo XX y no puedo mas que sonrojarme. Esa candidez revolucionaria; la contundencia intransigente frente a toda solidez intelectual y podredumbre romántica institucionalizada. El elogio de un Marinetti protofascista, a la velocidad frente al estatismo se antoja un chiste absurdo si lo comparamos con el meteórico tweet. Podríamos parafrasear que un smartphone, un automóvil, es mas bello que la Victoria de Samotracia. La velocidad con la que transcurren los días son impecables y todo ello provistos de imágenes, videos y textos que no nos dan tiempo a leer y, si lo hacemos, los olvidamos con la misma diligencia. Y ahora, sucede que el azar vuelve a darnos una bofetada en plena cara de nuestra vanidad. Dos descubrimientos que han jalonado las últimas horas de 2014 han venido a ratificar la fragilidad de nuestra naturaleza. El primero de ellos, es la documentación fehaciente del origen de la epidemia del virus del ébola. La zona cero se encuentra en la población de Meliandou, al sur de Guinea. En esta pequeña aldea, un niño de dos años falleció días después de haber estado jugando con un murciélago infectado por el virus. Así de azaroso, sencillo e inocente: un mero juego desencadenó el infierno en todo un continente. El segundo descubrimiento es médico y muy revelador. Según un estudio de la Universidad Johns Hopkins (EE.UU.), el azar desempeña un papel fundamental en los tumores cancerígenos. De hecho, es un factor que pesa más que elementos ambientales o genéticos. Sucede que en la “mala suerte” en la división de las células madres reside la clave de desarrollar tipos de cáncer como el de colón o esófago. Es sólo una teoría estadística y meramente matemática que ha sido acogida con escepticismo por parte de la comunidad científica pero que nos deja un poso de incertidumbre. Ahora que la física se acerca a la religión y las matemáticas del caos coquetean con la poesía, me queda más claro que somos unos primates con unos occipitales suficientemente grandes como para darnos cuenta de que viajamos a miles de kilómetros por hora en un espacio vacío desprovistos de las menores de las certezas salvo que seguimos vivos.