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De perdidos al río – Por Cristina Molina

   

Algo así debió pensar Fernando Ríos al abandonar CC. De su comunicado llama la atención los superpoderes que Ríos atribuye a su tocayo, a partir de ahora, el supervillano. Clavijo es el candidato a la presidencia del Gobierno de Canarias. El protagonismo de los candidatos aun no es especialmente relevante. Todavía no es, ni siquiera, presidente de CC. Sin embargo, Ríos cree que el supervillano ha hecho que el partido abandone el espacio nacionalista. En su lamento sobre el “ya fallido proyecto político” y la inexistencia de un proyecto para Canaria no se le ocurrió, en ningún momento, mentar a Paulino Rivero como posible responsable. Ríos, heredero político (al igual que Clavijo) de ATI, el caciquismo más rancio que ha conocido esta tierra, está afligido porque las caras nuevas llevan consigo “las peores prácticas opacas”. Lo que viene a significar que si uno pierde sus influencias en la élite de un partido, éste pierde todo sentido.

Esta endogamia tiene su principal cortijo en Tenerife, un “insularismo ramplón” que impide ver a no pocos dirigentes que hay vida más allá de esta isla. A este mejunje de paradojas y contradicciones se sumó José Miguel Barragán. Con altanería y desfachatez este señor afirmó en el Parlamento de Canarias: “Si a 31 de diciembre de 2014 no están abiertas las Urgencias, todo lo que hemos dicho que va a estar abierto, tienen mi dimisión sobre la mesa. ¿Vale?”. Se refería al plan de obras del Hospital de Fuerteventura que, a día de hoy, continúan sin llegar a término. El descarado no ha entregado su dimisión y se permite el lujo de apremiar a Fernando Ríos a que presente la suya porque -pensará él- está en condiciones de dar lecciones sobre coherencia. Entre tanto, CC sigue trabajando en su código ético que, a la vista de los hechos, llevará por título Cómo ser un chorroborro y que nadie te menee la silla.