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Bajo el fútbol abrasador – Por Fran Domínguez

   

La FIFA, es decir, el máximo órgano rector del fútbol mundial, está ahora francamente preocupada por si es factible trasladar la celebración del Mundial de Catar -un país de amplia tradición balompédica, como ustedes saben- al otoño o al invierno, dado que en el verano por esas latitudes es imposible dar una patada a la pelota bajo el sol abrasador y una humedad de aúpa, lo que sería harto perjudicial para la salud de los jugadores de las selecciones que acudan a la cita -en el año 2022-, muchos de ellos estrellas millonarias -que ya lo son o lo serán-, no sea que les dé una lipotimia y el invento se vaya al garete. La FIFA, siempre pendiente del bienestar de los suyos, ha hecho un llamamiento a su hija europea, la UEFA, para que apoye esta decisión, todo con el objetivo de que la competición transcurra de la mejor manera y no altere los planes previstos. La FIFA, la todopoderosa, tan diligente para estas cuestiones, parece que no actúa con la misma celeridad y contundencia cuando hay que ayudar a proteger a los miles de trabajadores inmigrantes, en su mayoría de países como Nepal, India y Bangladesh, que curran a destajo en las obras del futuro mundial, en horarios más propios del antiguo Egipto que de una sociedad del siglo XXI. Organizaciones como Amnistía Internacional y Human Rights Watch, y medios tan prestigiosos como The Guardian, han denunciado las infrahumanas condiciones laborales de estas personas, a quienes las empresas de Catar les aplican un sistema cuasi esclavista, por el que los empleados quedan vinculados inexorablemente al empleador durante el tiempo que estipule el contrato. Esta misma semana, en una visita a Doha, para ver cómo iban las tareas de las flamantes instalaciones, el secretario general de la FIFA, Jérôme Valcke, se quedaba tan pancho tras decir que desde su institución reconocían que “hay problemas” con las condiciones laborales, pero se mostraba “feliz” por las mejoras introducidas, cambios que, a su juicio, el Gobierno catarí está haciendo gracias “al poder de la Copa del Mundo”. Al oír esto uno logra también imaginar lo felices que estarán las familias de los 157 trabajadores nepalíes que, según las investigaciones del citado rotativo británico, murieron allí entre enero y mediados de noviembre del año pasado. Igual vendría bien que algún día la FIFA, la que promueve con tanto énfasis el fair play futbolístico, predicara con el ejemplo y a la hora de otorgar la organización de un mundial mirase al menos que hay debajo de la alfombra, ya que de lo del maldito parné y los intereses es imposible… Iluso de mí.