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Banca: renovarse… o ya veremos – Por María García

   

Muy probablemente, la historia del sistema financiero se narrará como un antes y un después del tsunami que ha supuesto para esta industria la profunda crisis económica y financiera que ha asolado al mundo en los últimos años. Una vez pasado lo peor y estando aún inmersa en un proceso de reestructuración sin precedentes, la banca se enfrenta a un proceso de transformación para poder adaptarse de forma rápida a una nueva realidad compleja y cambiante. La respuesta del sector a esta ardua realidad supone la realización simultánea de múltiples tareas de diversa índole. Aquellas derivadas directamente de la crisis como: adecuar los sistemas de gestión, control y seguimiento de riesgos, atender las exigencias que supone la adopción de un nuevo y más estricto marco regulatorio (Basilea III, Mifid II….) en aras de crear un sistema financiero más solvente y transparente, adaptarse a un entorno macroeconómico complicado donde los países emergentes crecen con fuerza mientras los desarrollados luchan por salir adelante, a la vez que se encaran nuevos retos y se buscan alternativas al negocio tradicional que permitan recuperar parte de la rentabilidad perdida. En este sentido la necesidad de innovar parece ineludible, se han de implementar estrategias de negocio flexibles y dinámicas donde el cliente es el actor principal. Hemos dejado atrás la era del producto para pasar a la era del cliente, que se basa en el conocimiento de este y en la capacidad de dotar a las entidades financieras de los medios necesarios para poder ofrecerles de forma permanente productos y servicios personalizados. Uno de los medios para alcanzar este fin es, sin duda, la obligada digitalización del sector. La tecnología y el desarrollo de sistemas se presentan como el catalizador del cambio. La creación de plataformas digitales que refuercen a la ya existente banca online, banca telefónica o banca móvil y que permita una integración de canales de cara a dar un mejor servicio: se trata de que el cliente contrate cualquier producto como y donde quiera. Se tiende a que la tradicional oficina bancaria ya no sea un sitio obligado de paso, nada más que para aquello que realmente genere valor añadido al consumidor. Otro pilar básico en el campo de la innovación del sistema financiero es la utilización de la información que se genera en la nueva era digital y que es lo que se conoce como Big Data, el proceso de recogida, análisis y homogenización de ingentes cantidades de datos, cuyas bondades son entre otras, un mayor control del fraude, las mejoras de los sistemas de scoring de crédito, la fidelización o captación de nuevos clientes a través de ofertas de productos adaptadas a sus necesidades del momento… etc. Sin ir más lejos, la propias redes sociales son yacimientos riquísimos sin explotar, el poder llegar a toda o a parte de la información allí generada, se plantea como una excelente manera de capitalizar oportunidades de crecimiento como la venta cruzada e incremental. Sin lugar a duda, la aplicación de las nuevas tecnologías a la banca es un campo inmenso y en constante evolución, del que no hemos visto más que el principio. La adopción e implantación de aquellas herramientas que ayuden al sector a avanzar en su carrera hacia la eficiencia debe ser algo prioritario para las entidades, máxime cuando hay otros sectores, con estructuras organizativas mucho más flexibles y plenamente enfocados a internet que se postulan como potenciales competidores. Las empresas tecnológicas y de desintermediación bancaria: Google, Amazon, Paypal, Kantox o incluso Apple son un claro ejemplo de ello. Tocado pero no hundido, el sector financiero debe enfrentar este proceso de forma firme y verlo como una oportunidad para restaurar su imagen y credibilidad y salir reforzado de la crisis.

*CROSS CAPITAL
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