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Cuadernos de África>

Cosas del amor – Por Rafael Muñoz Abad

   

Apurando su taza de té con su huroneado y afilado mirar azul, Robert, un capitán de barco de los de antes, maniático y taciturno, me comenta con flema británica que esto es un arrabal de rufianes…pero que tampoco volvería a Sheffield. Aquí tiene una mujer tres décadas menor que él y aún sin tener hijos, un manojo de nietos lo jalean. Gambia es una rareza. Un callejón “anglófono” encajado en el África francófona. En sus inicios se trató de un poste colonial usado por las compañías de navegación anglosajonas en la trata atlántica. A día de hoy, fuera del club de la Commonwealth, el régimen de Banjul es un estado con serias deficiencias democráticas cuyo aire colonial británico es meramente artificial. El compromiso de Inglaterra con la llamada sonrisa de África es más bien nulo. School buses, camisetas del United, galletas Mcvities a precio de salmón y un inglés amputado a medio cocinar entre el francés, el mandingo y el wolof. Al otro lado de la frontera, los senegaleses se ríen de ellos y con resignación dicen: se creen ingleses y nos miran por encima del hombro. Lo cierto es que todos pertenecen a los mismos grupos poblacionales y la explicación hay que buscarla en la escuadra y cartabón del reparto colonial. Diluvia y el vuelo chárter de Monarch espera su pasaje. Un rebaño de señoras rubias y rollizas de avanzada edad vestidas a lo Punto Roma que parecen sacadas de un telefilm de Benny Hill. Todo muy gráfico. La sala de espera del “aeropuerto” internacional de Banjul es un drama. Lloran desconsoladas según se despiden de sus amantes negros mientras ellos ya dan la bienvenida a las nuevas pasajeras que desembarcan. Cosas del amor. Es fácil pero no barato llegar a Gambia desde Canarias. Su economía es minúscula y básicamente depende de la exportación de aceites y frutos secos. La buena cerveza local -un habitual en el Africa subsahariana- se llama Julbrew y remontar el río es una experiencia inolvidable en lo visual. El país es relativamente seguro y más allá de las precauciones antipalúdicas, es remarcable citar la recomendación de decoro al turismo sexual. Yahya, el golpista gordinflón que allí manda, ha prometido dolorosos castigos físicos a los homosexuales. Sin comentarios.

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