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Sí se puede – Por Cristina Molina

   

Este partido ha contribuido a la pluralidad del espectro político en la isla de Tenerife. Ha jugado un papel fiscalizador en el ayuntamiento de la capital tinerfeña muy importante. Hablamos de un partido con convicciones, algunas que no comparto en absoluto, pero siempre con criterio propio. Por todo ello, sorprende cómo han ajustado las velas de su embarcación para aprovechar el nuevo viento que sopla. Estamos en un momento en que se toman muchas decisiones políticas, casi todas ellas por motivos de rédito electoral. Lo criticable, por tanto, no es su unión con Podemos (concretamente, la marca blanca Claro que Podemos) sino vender su identidad política. A esta fusión la llaman “proceso de confluencia”. Respecto al cambio de personalidad política recuerdo el llamativo parecido de los términos en los que se expresaron algunos de sus miembros por la victoria de Syriza y el discurso de Podemos.

SSP tiene representación en once municipios, en seis de ellos con tan solo un concejal. Al asociarse con Podemos para el Cabildo de Tenerife y el Parlamento de Canarias consigue su asignatura pendiente: crecer. La jugada es muy buena. Podemos deja un vacío en los municipios que ocupará Sí Se Puede. El error garrafal de SSP ha sido, en mi opinión, no caer en la cuenta de que no crece el río con agua limpia. Estos que vienen ahora a clasificar a la gente en casta provienen en su mayoría de partidos tradicionales. El lío que se traen con otra de las marcas blancas, Contigo Podemos, es perfectamente comparable con la pugna en el PSOE tinerfeño o, si me apuran, con la que hubo para elegir candidato en el PP. Esto demuestra que los problemas no son intrínsecos a los partidos tradicionales como quieren hacer creer los de Podemos sino que son intrínsecos a la actividad política. Lamentablemente el que fuera un partido de alternativa se ha unido a los que promulgan el revanchismo con Meri Pita al frente.

@cristination