X
análisis >

Unas elecciones que pueden cambiar España – Por Leopoldo Fernández Cabeza de Vaca

   

Con el prácticamente seguro triunfo del PSOE y la promesa general de todos los partidos de reducir el desempleo y acabar con la corrupción, las décimas elecciones autonómicas que hoy se celebran en Andalucía, la región más poblada del país, pueden cambiar el mapa político de esta comunidad autónoma, pero también, y sobre todo, el de la nación española, con la llegada de nuevas formaciones, como Podemos y Ciudadanos. La incertidumbre, la inquietud e incluso el miedo entre los líderes de los partidos a lo que pueda pasar hoy penden de la voluntad de los casi seis millones y medio de andaluces llamados a las urnas para elegir a 109 diputados autonómicos entre candidatos de 24 grupos políticos. El nuevo Parlamento salido de las urnas deberá constituirse el 16 de abril, aunque todo apunta a que la investidura de la posible presidenta podría retrasarse hasta el 15 de junio por razones electorales. Así los partidos quedarían a cubierto de posibles pactos comprometedores antes de las elecciones locales y autonómicas de mayo.

Otra particularidad de estas elecciones se refiere al futuro de la candidata socialista, Susana Díaz, quien precipitó un año la cita con las urnas pensado en coger a Podemos con el pie cambiado y en el fortalecimiento de su propio liderazgo. Los datos de las encuestas reflejan, sin embargo, una evidente pérdida de confianza entre sus fieles, a medida que ha ido avanzando la campaña electoral. La falta de concreción de su programa, el lastre de la corrupción socialista y el absoluto fiasco que dejaron sus intervenciones en los dos debates televisivos -en los que se manifestó autoritaria, nerviosa y crispada- con los candidatos del PP, Juan Manuel Moreno Bonilla, e IU, Antonio Maíllo, han minado, y mucho, su proyección política y su innegable deseo de desplazar a Pedro Sánchez en el liderazgo del PSOE nacional.

Un triunfo cantado
Así y todo, las últimas encuestas otorgan al PSOE una victoria clara en los comicios de hoy, con una horquilla que oscila entre 40 y 45 escaños (entre el 32,4 y el 36,7% de los votos), por los 29-38 (25,1 y 28,4% de votos) del PP, que obtuvo 50 escaños y el 40% de las papeletas hace tres años, 15-18 de Podemos (14,7 y 15,5 de los votos), 8-12 de Ciudadanos (10,9 y 11,8% de los votos) y entre 5 y 8 (6,5 y 8,5% de los votos) de IULV-CA. Pero la fiabilidad de estas proyecciones es relativa ya que la última encuesta del CIS recogía un 41% de indecisos, porcentaje altísimo y que sin duda determinará el resultado final de la cita electoral. Hasta un 15% de los votantes dudaban al ser preguntados si votarían al PSOE o a Podemos, un 12% si hacerlo al PSOE o al PP y un 7% se debatía entre el PSOE e IU, por ejemplo.

Andalucía dirá la fuerza actual del bipartidismo de tantos años y deberá sentar las bases de una nueva política de pactos y componendas a que habrán de llegar las formaciones políticas en esta España más plural que se adivina en el horizonte. Seguramente se ratificará la fuerza de Podemos (casi todo lo que suba este partido de extrema izquierda será a costa de IU y menos del PSOE) y la meritoria implantación de Ciudadanos, que subirá por descenso del PP, en comunidades en las que hasta ahora no tiene la menor presencia.

Si se confirman los sondeos, el PP va a pagar muy caro la gestión gubernamental de la crisis económica. Pese a la buena imagen que ha ofrecido su nuevo líder, el casi desconocido Moreno Bonilla, especialmente en los debates en televisión, sufrirá un duro correctivo, tras el fiasco de la anterior elección, ganada por Javier Arenas pero que de nada sirvió a los populares tras la alianza entre PSOE e IU que llevó al Palacio de San Telmo al ex ministro José Antonio Griñán. Lo que ocurra en Andalucía le va a indicar al PP por dónde pueden ir los vientos electorales el 24 de mayo, que es cuando toca renovar ayuntamientos, diputaciones, cabildos y comunidades autónomas.

Las alternativas políticas
En el caso del Parlamento andaluz, ningún grupo político va a obtener, a tenor de las encuestas, los 55 diputados exigibles para ganar la mayoría; con lo cual será inevitable la fórmula de la coalición de Gobierno a dos o, quizás, la más complicada -todo dependerá de la aritmética- de tres. Para un PSOE ganador, la salida más deseable sería gobernar en minoría o, de no ser posible y si alcanzan los escaños, el acuerdo con Ciudadanos, con este partido dentro o fuera del Ejecutivo. Tal y como están las cosas, no sería posible la renovación del pacto con IU -el adelanto electoral ha causado muchas heridas y, además, la suma resultante no daría la mayoría necesaria- y desde luego, se descarta el acuerdo con Podemos porque en tal caso el PSOE habría de pagar un alto precio electoral y puede que incluso una fuga de votos hacia otros partidos. En lo que atañe a la hipótesis del Gobierno en minoría, no sería descartable a condición de que el PP permitiera la investidura de la señora Díaz cumpliendo así las palabras del presidente Rajoy, quien hace unos días mostró su disposición para que gobierne siempre la lista más votada. Pese a la volatilidad del clima político y la inseguridad de las encuestas, los observadores coinciden en que lo que digan hoy las urnas dará un respiro al PSOE y posiblemente mejorarán su posición ante la cita electoral de mayo. Cuanto más amplio sea el triunfo de Susana Díaz, mejor les irá a los socialistas, aunque peor a Pedro Sánchez porque su propio liderazgo puede quedar minado por un eventual espectacular triunfo de la hoy candidata, que ha puesto en juego su futuro político al no plegarse a los consejos de Ferraz, adelantar las elecciones e incluso proclamar a los cuatro vientos que sólo ella decidirá los pactos y los acuerdos que le convengan en Andalucía.

La corrupción
En el caso de Podemos, la cita andaluza puede truncar sus esperanzas de seguir creciendo en el resto de España y de convertirse en la fuerza hegemónica de la izquierda española, en el caso de que no sea capaz de recoger más allá del 20-25% de los votos a que aspiran sus dirigentes, faltones y con prácticas políticas populistas indeseables y desvergonzadas en el mitin final de campaña, donde insultaron a Rajoy y Sánchez a base de bien. Así y todo, los observadores admiten que la principal cosecha de votos de Podemos procederá de los socialmente cabreados, los desencantados con las políticas de austeridad y recortes, los jóvenes parados y extremistas antisistema y procomunistas.

Aunque ha despertado muchas expectativas, para Ciudadanos su entrada en el Parlamento ya sería un buen resultado; y de poder actuar como partido bisagra, al PP le daría un síncope porque se habría terminado su idea de que en España no hay otro centro derecha que no sea el que reside en la madrileña calle Génova. Para IU, el resultado electoral será el ser o no ser de esta formación, hoy con 12 diputados pero con un futuro muy comprometido. De UPyD, del histórico Partido Andalucista, a punto de cumplir sus bodas de oro, y de las demás formaciones que concurren a los comicios no se espera que obtengan ningún escaño, de cumplirse las previsiones de las encuestas.

Los escándalos de corrupción han estado presentes durante toda la legislatura. Más de mil personas, en su inmensa mayoría militantes del PSOE, se ven envueltas, como imputadas, en distintos procesos judiciales relacionados con fraudes diversos a las administraciones públicas por un importe estimado en no menos de 5.500 millones de euros. Los famosos ERE, las facturas falsas de UGT, los engaños masivos en los cursos de formación y las estafas de Mercasevilla son la punta del iceberg de una corrupción sistémica que se inició, con el PSOE siempre en el poder, en los años ochenta, con los casos, entre otros muchos, Juan Guerra, Costa Doñana, Ollero, Edificio Presidente y Matsa, la empresa minera en la que trabajaba una hija de ex presidente Chaves y que resultó favorecida con ayudas millonarias. Pese a tanta desvergüenza, el PSOE apenas sufre el desgaste electoral normal en cualquier democracia madura y responsable. Pero Andalucía es otra cosa y el voto cautivo, las subvenciones sistemáticas, los Eres, el PER y el paternalismo del poder hacen el resto. Y es que en algunas zonas de la España del Sur el socialismo, más que un partido, parece una religión.