Sà hombre, las veletas son esos artilugios que nos ayudan a conocer la dirección del viento. Pues eso, que hay muchas veletas de la polÃtica que dependiendo de la dirección del viento, por allà tiran. Y la inmensa mayorÃa son aquellos/as de los que siempre han dicho: estaré donde el partido quiere que esté. Pero ocurre que cuando el partido les retira el apoyo, ipso facto buscan una alternativa, bien montando un partido propio u otro que le dé cobijo, que por cierto, los hay, caso de Nueva Canarias, que parecen nasas recogiendo todo tipo de pejes.
Las veletas de la polÃtica son personajes sin escrúpulos a los que les importa un carajo los problemas de la gente; están en polÃtica no para servir al pueblo, sino para servirse del pueblo. Están hechos de una catadura especial. Hablan más que escuchan, parece que tienen dos bocas y una oreja, al contrario de los seres normales. Mienten hasta soñando. Y además, la inmensa mayorÃa han convertido el ejercicio de la polÃtica en una profesión para la que no se exige formación ni tÃtulo académico.
Las veletas de la polÃtica, al igual que la mafia, tratan a sus adversarios, que suelen ser todos aquellos que intenten moverles el sillón, a muerte. Jamás consideran los daños colaterales que provoquen, porque por encima del bien común y colectivo, está su particular reino de taifa, al que nadie puede atreverse a lesionar. Siempre tienen una justificación para seguir, ése pequeño detalle que la veleta de la polÃtica se inventa, pensando en que los ciudadanos somos gilipollas. La última, una chiquita del Cabildo, una tal Ana Lupe Mora, prototipo de veleta de la polÃtica, a la que el PSOE tiró al barranco sin parapente, y a renglón seguido anunció un nuevo partido por exigencia vecinal. ¡Mi cabeza!
Hay muchos nombres sonados y repetidos que forman parte del club, están a la orden del dÃa; son unos saltimbanquis a los que preocupa muy poco vender su alma al diablo con tal de garantizarse su puesto y sueldo. ¡Veletas de la polÃtica!