Soledad

Soledad y pertenencia. ¿Tiene sentido en política trabajar para romper la sensación de soledad y el personismo al uso del que nos habla Vicente Verdú y recuperar el sentimiento de pertenencia colectiva?

Aunque parezca mentira, las personas necesitan pertenecer a alguien o a algo para no sentir angustia.

La política entendida como tal, no como un reducto partidista a secas, podría por su propia esencia ayudar a mejorar esa extraña enfermedad que asola a la sociedad urbana actual, en la que curiosamente estamos más juntos, no unidos, “Doctor, ¿me puede recetar algo para la soledad?”, supuestamente más informados -no comunicados-, más aislados y ausentes. ¿Solos?

Las redes sociales tienen que ver con todo esto, alivian y sacian a través de las computadoras actuales -móviles, ordenadores, agendas electrónicas y otros- la necesidad de establecer relaciones sociales e interpersonales.

La soledad que antes era una actitud, hasta una pose reconocida socialmente, hoy es un grave problema social. Vivimos compresos: velocidad, consumo, miedo, desconcierto, vértigo, perplejidad, desconfianza, etcétera.

¡La soledad separa, no lo dude! Fenómenos como el del 15-M, unirán y construirán, además de despertar conciencias abotargadas.

Mediante la política y su desarrollo cualitativo podemos establecer modelos que nos hagan sentir parte de una vida en vecindad, basada en la urbanidad y el civismo.
Mecanismos transparentes, participación, confrontación en libertad, y la decisión colectiva nos hará formar parte de una comunidad relacionada.

A fin de cuentas, la naturaleza y el intelecto le conceden a la gente la palabra, mediante la cual nos comunicamos estableciendo diferencias y acuerdos, el bien y el mal, lo justo y lo injusto, siendo la principal característica que nos distingue de los demás animales.

Estamos asistiendo estos días a la reconsideración de determinados postulados aislacionistas, para abrir puentes de consenso, lo cual me alegra.
¡Pacten, entiéndanse! Ya es hora.