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POR ROMÁN DELGADO >

El saltamontes

   

Esta columna hoy ha salido de puro milagro. Estoy en el frío y, cuando se es hielo, las cosas fluyen de otra manera, e incluso a veces no fluyen. Es lo que me ha pasado esta mañana, cuando tocaba ir al procesador de texto. Mucho lío a dos pasos a la redonda; mucho lío fuera: en la calle, en la ciudad…; menos calor, eso sí, algo al fin positivo, y luego las dos sesiones plenarias de investidura del presidente, que ya lo tenemos y es el mismo: Paulino Rivero. Han sido dos días tediosos, de ir y venir parlamentario (y eludo con intención la palabra debate). Toda esta actividad oficial motiva poco: es más de lo mismo, o casi. Bueno…, salvo que reaparezca la figura de Juan Fernando López Aguilar, que sigue despierto y que ha vuelto a ejercer su característica función de saltamontes, esa que tanto le gusta y que quizá incluso adore.

López Aguilar y Soria, y esto no lo he pensado ahora, sino que está en mi cabeza desde hace algunos días, son auténticas máquinas de centrifugar, de dar vueltas y más vueltas a los mismos mensajes, reiteraciones que hieren y que llegan a destrozar la atención humana debido a que terminan alumbrando la pura ira, sólo como resultado de una única idea vector que da vueltas y más vueltas.

Para Soria este concepto básico es el de yo gané las elecciones del 22-M (no confundir, por favor, con el 15-M, que esto es otra cosa bien distinta y que quizá entusiasma menos a los que duermen en el campamento de las dos pe) y, claro, yo debo ser el presidente del Gobierno de Canarias, que, para eso, tengo el respaldo mayoritario de los canarios. Y si hace falta volvemos a contar, una a una, las papeletas que me regalan el sí, para ver si de esta manera Paulino Rivero (que, por cierto, desde el martes pasado ya es el presidente canario de la VIII legislatura, y creo que Soria lo sabe) se entera de una vez de lo que vale un peine.

Y luego está, que viene a ser algo muy parecido, el efecto saltamontes de Juan Fernando López Aguilar, otro que ganó, éste de verdad de la buena, y que se quedó a cielo descubierto, en parte por culpa de Soria, el que ahora, por cierto, se queja. El don de la ubicuidad permitió anteayer que Juan Fernando López Aguilar, igual desde la aburrida Bruselas, hiciera otra vez de saltamontes y elevara la voz para decir más de lo mismo sobre el reelegido presidente y su partido (e incluso sobre el suyo propio), algo que lleva repitiendo desde hace un montón de años. Juan Fernando López Aguilar ha vuelto a la escena en esta coyuntura gloriosa de Rivero para seguir centrifugando su idea vector: éstos son los que están al lado de la…, y yo no: yo soy el bueno y el verdadero salvador de todos los males. O sea, que yo soy tan bueno que en tiempo récord conseguí ser el líder más votado en los comicios autonómicos anteriores, con la marca de 26 diputados socialistas; renuncié a la pelea parlamentaria local y con ello al ejercicio de la oposición, que, total, esto es poca cosa para mí, y un segundo después salté al Congreso, y otro segundo después a la Eurocámara. Juan Fernando López Aguilar es un portento; es un saltamontes, como también lo es Gabriel Mato (del PP), que hizo lo mismo, pero al menos éste es menos pesado y sólo salta para recordar que algo está haciendo, y casi siempre de interés para Canarias.

Juan Fernando López Aguilar no para de saltar y, cada vez que lo hace, se labra su propia tumba por la ira que genera en los demás. A Juan Fernando López Aguilar pocos lo aguantan, y quizá ya deba pensar que igual es por la distancia que ha impuesto entre lo que propugna como mensaje estrella y lo que hace, lo que practica. Salta que te salta, salta que te salta… Y no se da cuenta de que así no llega a puerto alguno. Pero se gusta.