X
Por Manuel Iglesias >

Otro nombre, mismo gasto

   

Uno de los aspectos que se ha comentado del nuevo Gobierno de Canarias y no precisamente de manera elogiosa, sino casi de chascarrillo, es la unión de variadas temáticas, algunas escasamente coincidentes, en la nomenclatura y competencias de las nuevas consejerías.

Hay algunas que son “de manual”, como Agricultura, Ganadería, Pesca y Aguas, que es una réplica del ministerio nacional, lo que facilita la interlocución, u Obras Públicas, Transportes y Política Territorial, porque en las Islas está muy enlazado desde la planificación cómo ha de tratarse el territorio, las obras públicas como carreteras y los transportes, pero hay otras que son algo singulares. Por ejemplo, Economía, Hacienda y Seguridad. Las dos primeras suelen ser un matrimonio frecuente, pero añadirle la policía parece un poco traído de los pelos, salvo que se trate de buscar una ligazón porque lo de la Economía va del dinero y los policías vigilan para que los malos no lo roben. Pero eso ya es una sofisticación.

Otra buena es la de Cultura, Deportes, Políticas Sociales y Vivienda. Lo de Políticas Sociales y Vivienda, pues vaya, en algunos aspectos tal vez se puede encontrar una relación, tan de actualidad con el tema de los antidesahucios, aunque la Vivienda parece que tendría otras ubicaciones más ajustadas en Obras Públicas y Política Territorial, antes que en Cultura y Deportes.

Y la Igualdad, que está con Presidencia y Justicia, parecería más lógica con Políticas Sociales. Claro que en este caso la ubicación se hace por ideología, ya que las primeras la tiene el PSOE y lo de Igualdad siempre ha sido una buena oficina de colocación para una parte de su militancia que se adhiere con entusiasmo a esa idea, mientras que Políticas Sociales lo lleva Coalición Canaria, y al PSOE eso ya no le agrada tanto como medio de colocación de su gente activa.

En realidad, gran parte de todos estos desfases viene como consecuencia de la demagogia que practicamos nosotros mismos con eso de que hay que reducir consejerías. Vale, pero las funciones se tienen que desarrollar y los objetivos que cumplir, así que por quitarle la condición de consejería no desaparecen las tareas ni las personas necesarias, sino que resurgen agrupadas de la mejor manera posible, aunque no siempre con lógica a los ojos de los ciudadanos.

Si no hay consejero, tendrá que haber viceconsejeros que hará lo mismo, sólo con la diferencia importante de que un consejero se sienta en el Consejo de Gobierno y puede defender de viva voz e in situ los temas que necesiten aclaración, mientras que un viceconsejero tendrá que limitarse a rogar íntimamente que el polifacético titular del múltiple departamento se acuerde de su asunto, cuando al mismo tiempo tiene una docena más de ámbito distinto y lo mismo tiene que hablar de deportes que de cultura, de política social o de vivienda.

Es muy bonito eso de reclamar menos consejerías, pero la realidad es tozuda y alguien tiene que hacer el trabajo y manejar los fondos para ello, con funcionarios y medios suficientes. Quitar los nombres para luego barajarlos y repartirlos entre menos gente en la mesa, lleva a esas extrañas manos de cartas.