X
...Y NO ES BROMA > POR CONRADO FLORES

Dietas

   

Supongo que si vives en un país occidental conocerás a alguien que hace algún tipo de dieta. La idea no consiste sólo en comer para poder entrar dentro del bañador, sino también en comer de una manera saludable que nos permita vivir más años, más guapos y con la piel más tersa.

Pero no nos engañemos, las dietas son algo relativamente moderno. No hace tanto, y desde hacía siglos, para llevar una dieta estricta sólo se debía cumplir un requisito: ser pobre. Durante el Siglo de Oro, en España la dieta diaria del pueblo llano estaba formada básicamente por pan, queso, tocino, vino y algún cocido.

Los ricos, por supuesto, tenían una dieta mucho más variada y también un mayor número de dientes en la boca. El primer régimen famoso fue el que realizó la emperatriz Isabel de Austria (más conocida como Sissi), que estaba tan obsesionada con su figura que sometía a su cuerpo a un ejercicio físico extremo y a una dieta infame a fin de que su cintura no superara los 50 centímetros.

En la España del siglo XX el régimen más famoso y de mayor éxito fue sin duda el de Franco.

¿Pero cuál funciona mejor? El de mi compañera de trabajo que se mete un bocadillo de lomo con mayonesa y luego le pone sacarina al cortado no funciona. Doy fe de ello. También podemos acudir a un centro de nutrición y pagar entre 30 euros y 80 euros al mes por un programa personalizado pero no sabría calcular a cuánto nos saldría el kilo.

Otra opción es la de seguir de manera autónoma alguna dieta de nombre exótico, como la Macrobiótica, la Crudívora, la Ovolactovegetariana, la Gayelord-Hauser, la del doctor. Sheldon o la dieta Dukan, que es la que está más de moda.

Y así, mientras en medio mundo luchamos contra la gordura, dicen los de Médicos Sin Fronteras que salvar a un niño somalí de la desnutrición aguda severa sólo cuesta 39 euros.

Eso sí que hace perder el apetito.