El Ayuntamiento palmero de Garafía ha sido la primera de las corporaciones locales canarias en saltar a los titulares destacados de los diarios por no haber podido pagar el pasado mes la nómina de sus trabajadores, pero no es la única que se mueve en una situación límite y que ha caído hacia el “lado oscuro” de las finanzas.
Muchos de los compromisos que están haciendo frente los ayuntamientos se hace en función de traspasar la carga de “no cobrar” hacia otros sectores, de manera que en realidad están pagando a los funcionarios y al personal laboral con dinero que en una lógica correcta es el que debería abonar a los privados por los servicios o materiales que le son servidos.
Nada menos que quinientos millones de euros deben las administraciones canarias a los autónomos, una carga para éstos que los ha llevado ya al cierre o que los amenaza para el futuro, ya que los impagados han de cubrirse con recursos propios, que en el caso de los autónomos no suelen ser muy amplios.
Se busca la financiación bancaria, pero ésta se encuentra restringida y en muchos casos es imposible obtenerla, porque los bancos y cajas son los primeros que saben que las administraciones se han vuelto unas morosas relevantes y, si un autónomo pide un crédito porque tiene compromisos pendientes de cobrar de las administraciones, se lo niegan ante la certeza de que tardará mucho tiempo en percibir sus facturas -si es que le pagan, que hasta eso entró en duda- y, en consecuencia, en devolver lo solicitado, que también se queda en el aire.
No es exactamente el caso de Garafía, pero conviene apuntar que una parte importante de estas dificultades municipales vienen derivadas de los propios comportamientos en el pasado, en que se fueron adquiriendo compromisos de gasto que podían resultar muy populares o sociales en la época en que establecieron, pero que ahora son imposibles de afrontar en las actuales circunstancias y se “comen” los recursos de todos los lados. Es sólo un episodio anecdótico, pero el alcalde de Candelaria se lamentaba hace unos días de no poder hacer las fiestas como siempre y tener que recortar actividades, porque otras instituciones, como el Cabildo y el Gobierno de Canarias, no se las pagaban. Mal antes unos y otros, unos por sobredimensionarse y otros por adquirir compromisos circunstanciales festivos que ahora se ven como permanentes.
Lo que si está claro es que todo va a tener que achicarse más o menos de acuerdo a las actuales circunstancias, y mejor es que nos vayamos haciendo a la idea, porque la dieta llevará su tiempo. Aunque como se puede ver en las protestas sindicales y en algunas demandas que aparecen a diario, ese convencimiento de que hay que apretarse el cinturón sólo se le aplica a los demás. En lo mío, de retoques nada, e incluso quiero más “porque mi caso es distinto”.