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EL OBSERVADOR > POR CARLOS E. RODRÍGUEZ

Es tiempo de los grandes acuerdos transversales > Carlos E. Rodríguez

   

Mediada esta semana, se produjo en Madrid una reunión de máximo nivel en un edificio empresarial emblemático de la capital. El ambiente era más que inquietante, casi pavoroso, como pudimos constatar el pequeño grupo de periodistas allí invitados. En la reunión, celebrada a convocatoria de uno de los más poderosos empresarios de España, no faltaba ninguno de los verdaderamente importantes. Siempre me gusta recordar, porque es muy clarificador, que “importante” quiere decir “que importa”. Constatado que la crisis económica ha seguido profundizando en medio de la terrible ausencia de alguna gestión por parte del Gobierno saliente, los reunidos veían ya pocas posibilidades, gane quien gane ahora la s elecciones, de una gestión que pudiera resultar eficaz para suavizar al menos, ya que no es posible evitar la s, las consecuencias de la explosión de la crisis, seguramente ya muy cercana a producirse. Y es que los expertos de todos los signos ideológicos coinciden en afirmar que la economía española se encuentra al borde del abismo, sin que probablemente pueda evitarse que se precipite a él.

Hay datos e informes que auguran, para ese momento, una terrible, por justificada que pueda ser, explosión de una opinión pública que lleva meses, incluso años, pero sobre todo en la desastrosa etapa de Rodríguez Zapatero, esperando inútilmente de los políticos algo parecido a un gestión seria y responsable. Este y no otro será el verdadero desafío del Gobierno que surja de la s próximas elecciones generales: reconstruir el espíritu de la transición, aquella admirable capacidad para remar todos juntos, la s derechas y las izquierdas, en la dirección de los intereses generales de España, algo que supieron mantener los sucesivos gobiernos de derechas y de izquierdas hasta que, por la maniobra interna de Pepe Blanco, temeroso de los riesgos que la voracidad económica del candidato José Bono pudiera derivar para el PSOE, llegó al poder el político inverosímil venido de León -los leoneses no tienen la culpa- que solo sabe pensar en términos de propaganda y nunca en términos de gestión. A estas alturas, incluso Pepe Blanco ha aceptado en algunos almuerzos de prensa que Bono hubiera sido mucho mejor presidente, pero ya es tarde y el PSOE se encuentra con la única opción de Pérez Rubalcaba en el intento de frenar el que parece que será inevitable y llamativo triunfo electoral del gallego Mariano Rajoy. Por cierto que entre gallegos -lo son Rajoy y Blanco- anda el juego en estos momentos.

El muy inteligente, serio y creíble Pérez Rubalcaba es plenamente consciente de que sus posibilidades electorales están gravemente lastradas por la intensidad, sin precedentes desde el inicio de la actual etapa democrática de España, de la repulsa ciudadana hacia Rodríguez Zapatero y su desastrosa y poco ética gestión de la presidencia, pero confía en una buena campaña electoral y en la solidez y extensión del voto socialista en España. Así como Rajoy y su equipo dan ya las elecciones por ganadas, Pérez Rubalcaba, aunque pesimista en la intimidad, se niega a darlas todavía por inevitablemente perdidas, con lo que habrá que estar atentos a la campaña, que va a ser, sin la menor duda, especialmente intensa e interesante. En cualquier caso, lo que me parece importante y necesario es que los españoles seamos conscientes de la s inmensas posibilidades de nuestro país para afrontar la crisis, si se hace de manera coherente, unida y dejando para más adelante las pequeñeces de la guerra política. España puede y deber ser una de las grandes potencias económicas de Occidente y lo será, sin duda más temprano que tarde, si tenemos un Gobierno serio y sobre todo capaz de promover e impulsar grandes acuerdos. Como en la famosa advertencia, por cierto de un socialista español de los tiempos de la II República y que gustaba mucho repetir al inolvidable Cándido: “Entre todos hemos creado muchos intereses, y el primer interés de todos es salvarnos”.