X
EL REVÉS Y EL DERECHO >

Amazon contra la inanidad | El precio de leer – Por Juan Manuel Bethencourt y Juan Cruz

   

Amazon contra la inanidad, por Juan Manuel Bethencourt

Querido Juan: admito mi asombro ante lo que leo de un tiempo a esta parte. El último exabrupto llamativo, al menos en mi caso, ha sido este de la ministra francesa de Cultura, la señora Filipetti: “Estamos hartos de Amazon”. ¿Y? Entiendo que a toda una responsable de Cultura de la República Francesa se le exige un poco más de vuelo en el pensamiento. Entre las diversas formas de estar en la política y en la vida se encuentra realmente la de ignorar la realidad o acomodarla a los propios deseos y prejuicios. Pero al igual que Internet ha llegado para quedarse, con sus ventajas y servidumbres, también el negocio editorial, que por cierto conoces y amas, está siendo revisado por el peso de los avances tecnológicos y las nuevas estructuras de comercialización, distribución y acceso. La inanidad en el discurso de algunos gobernantes a la hora de interpretar el dictado de los tiempos resulta deprimente. Me preocupa el hecho de que la nueva socialdemocracia renuncie a buscar respuestas innovadoras a los desafíos contemporáneos, y que por el contrario recurra a la nostalgia adolescente que manifiesta la ministra del gabinete Hollande. Eso, combinado con la falsa pretensión de ostentar el monopolio de la virtud, constituye una rémora importante para el pensamiento progresista de este tiempo, al ofrecer sólo posiciones defensivas, mensajes moralizantes sin contenido alguno. Claro que hay que apoyar a los pequeños libreros; cada uno de nosotros debe hacerlo, el poder político con sus herramientas y el consumidor cultural con sus decisiones conscientes de compra. Al fin y al cabo vivimos en una sociedad interdependiente en la que somos responsables de nuestros actos por nuestra propia responsabilidad, pero también por su incidencia en la vida y hacienda del prójimo. Por cierto, confieso mi culpa: hace un año y medio me regalaron el Kindle de Amazon, y es uno de los regalos que más ilusión me ha hecho jamás. Aun así intento acercarme a Lemus o La Isla a la primera oportunidad que tengo.

El precio de leer, por Juan Cruz

Me temo, querido amigo, que se te ha precipitado la pluma esta vez, tú que eres tan sensato y responsable en el control de tu poder de reacción. Un periodista se distingue, como bien sabes y tan bien ejerces, en esperar un rato hasta que se te pasa el sofoco, pero esta vez ha podido más tu espíritu noble y juvenil, así como tu razonable ansiedad por abrazar lo nuevo y extraordinario que se nos viene encima, y entonces has tocado en lo más sensible del libro creyendo, con la buena fe con la que convives, que Amazon representa, sin duda posible, un librero más, con todos sus derechos y que así hemos de creerlo. Pues, no, Juan Manuel; Amazon es una megalibrería que se está introduciendo en muchos países, se aprovecha de sus ventajas, de su suelo y de su aire, y contribuye en paraísos que les permiten rentabilizar beneficios suculentos con los que se dispone a competir, en desigualdad de condiciones, con los libreros (grandes o chicos, independientes o no) de las distintas localidades en las que ha instalado esos cuarteles desde los que dispone la nueva geografía (arrasada). Su táctica ya está siendo denunciada en muchos países (sobre todo en Francia y en Inglaterra, de ahí lo que ha dicho Filipetti, socialdemócrata; pero también lo ha dicho la gente de Cameron, que es muy conservadora): lo que hace Amazon es entrar en el mercado bajando los precios, una vez que se deshace del mercado los sube, habiendo dejado atrás heridos y muertos, porque el precio del libro queda lesionado gravemente. Esta situación es la que denuncian Filipetti y los libreros, de Francia y de cualquier parte; la red de librerías es muy sensible, amigo mío, y no se puede jugar con fuego, porque terminan quemándose los libros, que son una cosa que arde fácilmente. Por dentro y por fuera.