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EstomaGym o SpinningWine – Por Ramiro Cuende Tascón

   

Dos bellas disciplinas que hay que disfrutar yantando y gustando de la buena mesa, la amistad, la sobremesa y la tertulia, excita. Separadas van bien, juntas endorfinan. Como la gimnasia sueca, si bien, haciendo hincapié y repeticiones en la chocolatina, o la barriga.

La casa duerme calma tras un día divertido y trabajado con ánimo, lo único que no falta. Es temprano. ¿Qué hago?, ya sé, un café en la vieja Zanzíbar. ¡Uhm!, exquisito olor y mejor sabor, café. Computador, libreta, pluma, y, a bajar recuerdos del cerebro que se divide en cuatro como me recordó Felipe Martín hace unos días en Ca’l Toño Armas & Team, hoy El Gusto por el Vino, a izquierda y derecha, arriba y abajo. No es bueno mezclar de tres en tres porque puede surgir un Sir Arquitecto o similar. Quedó así, entre bromas y veras.

El Gusto por el Vino se parece al gusto por vivir. Hablando de gustos y placeres, en Santa Cruz nace un speakeasy parecido a los del botellazo del 29, en la que fue la querida Bodega de San Sebastián, hoy un circuito repleto de sorpresas, en el que las sentadillas para las catas se hacen en lo alto con la vitriólica idea de disfrutar contemplando una pared hecha, no con tochos, con caldosas y silenciosas botellas de colores lujuriosos y vivos, en lo alto sus nombres ad hoc, para un restaurante bodega vinoteca winebar o como quiera que se denomine un lugar tan vibrante. El abundante tapeo en un cordial pasillo entre cócteles y caldos, la clave el vino. Al final el refectorio, un lugar casi monacal junto a una pecera llena de divertidos cocineros.

Juan Ramón Jiménez, en un instante de su peculiar visión literaria, escribió: “Inteligencia, dame el nombre exacto de las cosas”, pasa cuando las cosas sorprenden. El sonido de los cacharros lo crea Adrián Bosch, Xerach, Paula, Gregory, secundados en la sorpresería por Víctor Regalado, Leticia, y Junior, entre manteles y menaje. Todo ello gratificado por Christian Lorenzo, Ahray, y Tara. La orquesta, una joven compañía que se debe a su capacidad y a sus creadores, Mario Cedrés y Antonio Armas, a los que se suma Pedro. Lo logran, calman el espíritu. Disfruté. Acépteme una invitación a conocerlo, este minucioso lugar merece la pena. Con los siglos será similar a Berry Bros & Rudd, una inolvidable tienda de vinos y sorpresas.

No puedo olvidar decir que los ejercicios en este curioso gimnasio se hacen entre una multitud de botellas que animan al regocijo. ¡Inolvidable!

Por cierto, me voy unos días a Macondo.