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La horas de la luz – Por Carmelo Rivero

   

Según la web de Fomento, el otoño comenzaba ayer “a las 22.00 horas y 44 minutos hora oficial peninsular, una hora menos en Canarias”. Esta coletilla agita el penúltimo rifirrafe entre Soria y Paulino Rivero, dos canarios que discrepan hasta de la hora como dos discípulos neoplatónicos de la escuela de Hipatia discutiendo de astrolabios ante las cámaras de Amenábar: el ministro tiene la hora de Berlín y el presidente autonómico, la de Greenwich. De antiguo, ya franceses y británicos forcejeaban, hasta que el meridiano cero fue a parar al suburbio londinense como una majadería del siglo XIX. El desfase horario español tiene más de setenta años. Si se sacuden las alfombras de la historia universal del tiempo, entre el polvo levantado, sale a relucir que Franco renunció a la hora de Churchill y abrazó la de Hitler. Ahora España (¿qué dice Cataluña?) quiere tener la hora canaria, que siguió fiel al huso inglés, como piden los prosélitos del cambio esta semana en el Congreso.

El día que Inglaterra le usurpó la patria del Tiempo a la Punta de Orchilla, tras 250 años, como reniega la película La raya, de Andrés Koppel, ya fue un chasco. Según la cartografía del sabio Ptolomeo, El Hierro era el punto fijo, el pensil de las horas que inspiró a Umberto Eco La isla del día de antes. Pero hasta la subcomisión del Congreso ha preferido estudiar el caso británico y no el canario, como si no tuvieran la misma hora, para ver si concilia y desestresa tanto un margen estítico de tiempo. Las islas se rigen por las horas de la luz, las del tiempo solar, y no nos quejamos cuando nos alteran los ritmos circadianos tocándonos los relojes con la matraquilla del ahorro energético. Mediáticamente, es un logo impagable (ese sólito estribillo “una hora menos en Canarias”), que nos hace publicidad desde los 60: Luis del Olmo siempre recuerda que en los orígenes de Protagonistas (RNE), J. A. Pardellas invocaba la hora peculiar de las islas, hasta que se acuñó la muletilla como un signo diacrítico de las holganzas del paraíso. Tiene guasa que Franco arropara la hora del Führer, y Rajoy prescinda de la de Merkel, que ayer pasaba por las urnas, y regrese al redil inglés, en pleno conflicto por Gibraltar.