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La alarma es un derecho humano – Por Juan Cruz

   

Tienes razón, tenemos derecho a estar alarmados; la alarma es un derecho humano. Gracias a la alarma reaccionan las sociedades, se ponen en guardia, y debemos estar en guardia. Ahora te escribo desde Buenos Aires, donde hace treinta años se reinstauró la democracia, después de un periodo terrible en el que los militares se aprovecharon del descuido de la sociedad, para justificar, con Dios por delante, un golpe muy cruento cuyas heridas jamás se apagarán aquí. ¿Y de qué podemos hablar nosotros? De lo mismo y con más motivos. La guerra civil española, que en Canarias tuvo su escenario de odios sobrevenidos y de denuncias falaces para llevar a la muerte a inocentes, se agitó desde 1928, nada menos, desde el seno de la Iglesia, que justificó entonces (como señala en su último libro el historiador Ángel Viñas) la santidad de las guerras civiles si éstas tenían como fin acabar con la anarquía. En España inventaron la anarquía y en seguida justificaron la guerra. Dice Viñas que ya el 14 de abril de 1931 hubo las primeras reuniones golpistas, que condujeron, ay, a las de Tenerife algunos años después, y luego al 18 de julio que mitificaron para santificar el propósito de Franco. El juez más joven de los que juzgó a Videla, Ricardo Gil Lavedra, me dijo esta semana en Buenos Aires que el militarote acudió al juicio con un libro religioso y exhibía cada día un crucifijo, enseguida que se sentaba en su banquillo. Franco dijo, de nuevo cito a Viñas, que había ganado la guerra gracias “a la escandalosa ayuda de Dios”. Bueno, pues las guerras y las represiones no nacen por generación espontánea, y muchas veces inventan la ayuda de Dios; hay siempre gente trabajando, en la sombra o a la luz (como en Grecia), para justificar que un día se levante un militar y diga: “Eh, hasta aquí hemos llegado”. Sí, tu alarma es un derecho.