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Ignorantes de la competitividad

   


ANTONIO J. OLIVERA
| Santa Cruz de Tenerife

El Partido Popular (PP) parece tener un plan de política económica: salvar España mediante su internacionalización. Ante la debilidad de la demanda interna, lo más sensato es vender en los mercados exteriores. Para tener mayor éxito es necesario reducir los precios de los productos nacionales, lo que en la literatura económica se conoce como una “devaluación interna”. Y qué mejor forma de abaratar nuestros productos y servicios que bajando el salario de los trabajadores. Para comenzar este proceso se necesitaba una reforma laboral que permitiera agilizar el ajuste. Precisamente, y según se desprende de un artículo recientemente publicado en el Boletín Económico de España, éste ha sido el principal logro de la reforma del mercado laboral en nuestro país: reducir los costes laborales.

Este plan ha sido refrendado por organismos internacionales como la Comisión Europea, a través del blog del Comisario Europeo de Asuntos Económicos y Monetarios, Olli Rehn, o por el Fondo Monetario Internacional, que en su informe sobre España número 13/244, publicado en agosto de este año, incluía los resultados de una simulación con la reducción del 10% en los salarios nominales en un periodo de dos años, lo que tendría un efecto positivo sobre la evolución de las exportaciones y, en consecuencia, sobre el PIB nacional.

El Gobierno está defendiendo los resultados de este plan de política económica. Consideran que los datos sobre comercio exterior les dan la razón y, por este motivo, casi cada mes hacen una rueda de prensa a bombo y platillo para defender que, gracias a sus propuestas económicas, España está ganando competitividad.

Sin lugar a dudas, la reciente evolución de las exportaciones resulta positiva, siendo el registro alcanzado entre enero y julio de 2013, con 138.583 millones de euros, el más elevado en la serie histórica. Asimismo, este crecimiento, combinado con la disminución de las importaciones, ha provocado que en estos primeros meses del año la economía española haya estado cerca del equilibrio en su balanza comercial, algo inédito hasta el momento en la historia reciente española.

Hasta aquí llegan los argumentos del Gobierno, con múltiples carencias explicativas y una debilidad argumental alarmante, algo que al ministro De Guindos no le puede pasar inadvertido. Si este es el planteamiento que verdaderamente refleja la estrategia de nuestro Gobierno, pueden estar aún más preocupados porque ello quiere decir que no comprenden las claves de la competitividad de nuestra economía.

Si los elevados precios de la economía española hubieran sido los causantes de nuestros problemas de competitividad, entonces ¿cómo es posible que entre 1995 y 2008 las empresas españolas pudieran mantener la cuota de exportaciones de bienes y servicios en la economía mundial?.

Se trata de toda una paradoja si además tenemos en cuenta que durante ese periodo los costes salariales en el país crecían a ritmos anuales superiores al 5% y que en esos años fue cuando la economía china y otros países emergentes irrumpieron con fuerza en los mercados internacionales.

Contenedores de mercancias, en el puerto de Santa Cruz. / SERGIO MÉNDEZ

Contenedores de mercancias, en el puerto de Santa Cruz. / SERGIO MÉNDEZ

La resistencia de nuestras exportaciones es comparable a la experimentada por Alemania, y mucho mejor que la de otros países avanzados como Francia, Reino Unido, Italia, Japón o Estados Unidos.

La respuesta parece clara para economías del nivel de desarrollo de la española. Los precios no son un factor explicativo relevante de su capacidad para competir en los mercados internacionales. Parece razonable pensar que competir vía precios ante la pujanza comercial de las economías emergentes es una senda con poco recorrido. Nos queda, como consecuencia, el canal de la calidad y la diferenciación del producto. Una vía en la que lo que realmente importa es la productividad y no los precios.

Pero la evolución reciente de la productividad del factor trabajo revela que precisamente la economía española no ha sido un ejemplo entre los países avanzados. Sigue, por tanto, prevaleciendo la falta de una explicación razonable al mantenimiento de la cuota de exportaciones españolas en el panorama internacional.

Para lograr una explicación adecuada hemos de recurrir a los recientes hallazgos que se han producido en la teoría del comercio internacional como consecuencia de la creciente disponibilidad de datos estadísticos en el ámbito de las empresas. Esta mayor información ha permitido analizar comportamientos hasta ahora ignorados que, sin embargo, tienen gran relevancia para explicar los acontecimientos a los que nos estamos refiriendo.

Productividad

El primer aspecto que se debe subrayar de estas investigaciones, entre las que se pueden destacar las realizadas en Europa por el grupo de investigación Efige o por el propio Banco Central Europeo, es que existe una gran heterogeneidad en los niveles de productividad de las empresas de un mismo país, incluso cuando se comparan empresas que pertenecen a un mismo sector de actividad. De hecho, hay mayor variación entre la productividad de las empresas pertenecientes a un sector que entre la media de productividad de los diferentes sectores.

En cuanto al comercio internacional, los datos indican que una parte muy reducida del tejido empresarial es la que realiza la mayor parte de las exportaciones. Con datos disponibles para una serie de economías europeas, se ha puesto de manifiesto que el 1% de las empresas realizan el 66,6% de las exportaciones.

Finalmente, hay que tener en consideración que las empresas que exportan, las que muestran éxito competitivo en los mercados internacionales, tienen mayor número de trabajadores, son más productivas, son más innovadoras, invierten más en I+D y contratan a más trabajadores cualificados que las empresas que no exportan.

Lo paradójico del caso español se explica por que hay un grupo de grandes empresas, las que realizan la mayor parte de las exportaciones españolas, que tienen un desempeño extraordinario en términos de productividad. De hecho, se encuentran por encima de las empresas europeas de similar tamaño y en niveles similares a los mostrados por las empresas estadounidenses.

La clave: la excelencia

El desempeño productivo de estas empresas es formidable, y no se basa en vender a precios reducidos gracias a pagar unos salarios miserables. Al contrario, el salario medio de las empresas exportadoras es superior al de las empresas que no lo hacen. Tenemos en España un conjunto de compañías que tienen un desempeño económico lo suficientemente excelente como para competir eficazmente y con éxito en los mercados internacionales.

De la propia experiencia española se pueden aprender dos lecciones. En primer lugar, que hay que poner en práctica medidas que permitan crecer a nuestras pymes y convertirlas en empresas de mayor tamaño (con más trabajadores), pues, además de ser estimulante para el empleo, resulta positivo para mejorar la productividad de éstas. Uno de los principales problemas del modelo económico español, por tanto, es los impedimentos existentes al crecimiento del tamaño empresarial. En segundo lugar, las empresas españolas de menor dimensión deben implementar medidas de gestión que están empleando las grandes compañías nacionales, pues son un ejemplo de productividad en la economía internacional.

Tomando esto en consideración, las prescripciones de política económica son diferentes a las que está proponiendo actualmente el Gobierno español.

Por supuesto que el objetivo último deber ser estimular la mejora de la competitividad, pero el Gobierno debe identificar mejor cuáles son sus verdaderos determinantes.

Haría bien en dejar de insistir en reducir los precios y los salarios a la baja, lo que no ayuda precisamente a la recuperación de la demanda interna, y en concentrar el foco de atención en la mejora de la productividad de las empresas de menor dimensión.

Recurrir a reducciones de precios como argumento para ganar competitividad es producto de la ignorancia, pues es la falta de competitividad lo que obliga a la reducción de precios y no, como algunos se esfuerzan en defender, un factor estimulante de la competitividad. Vender productos españoles con éxito en los mercados nacionales e internacionales al mayor precio posible debe ser el objetivo. La motivación para adquirirlo no será el precio, sino su imagen, la calidad, lo que representan esos productos para el consumidor. Cuanto antes se rectifique en esta política, tanto mejor.

En Canarias

La economía canaria está sometida a estas mismas reflexiones. El grado de exposición de las Islas a la competencia internacional es elevado, dado el importante peso que tiene el sector turístico en su tejido productivo.

Los argumentos son similares: deprimir los precios de los establecimientos hoteleros y de la oferta complementaria turística (comercio, restauración y ocio) es el reconocimiento de un fracaso. Se debe apostar por la excelencia del destino, para que el importante contingente de turistas que llega cada año genere un creciente gasto turístico.

En definitiva, no ignoremos lo que nos dice la investigación económica: si queremos ser un país o una región competitiva, no devaluemos nuestros precios y salarios, sino estimulemos la productividad de nuestras empresas.

Antonio J. Olivera es DOCTOR EN ECONOMÍA