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Zonas para perros – Por Leopoldo Fernández

   

El Partido Popular representado en el ayuntamiento de Santa Cruz de Tenerife anuncia que va a proponer al pleno municipal la creación de zonas valladas para perros en los parques de La Granja, Santa Catalina y Cuchillitos de Tristán, incluyendo áreas específicas para canes de pequeño tamaño, así como el estudio de alternativas similares para los distritos de Centro y Anaga. Me parece loable que la corporación se preocupe del bienestar perruno y su mejor vigilancia, más aún en una ciudad que cuenta con casi 40.000 canes, uno por cada cinco habitantes. Pero mucho me temo que los populares se equivocan si creen que con el mero control de los perros en zonas específicas se acaba con los problemas de convivencia entre personas y animales, o entre los propios mamíferos, en lugares públicos. Como dueño de perros, creo más bien que el proyecto del PP crearía más dificultades que las que pretende resolver. En primer lugar, porque las zonas acotadas son un foco de problemas, en función del tamaño y agresividad de los chuchos e incluso del carácter de sus dueños. Además, estos lugares, en general pequeños y un tanto sucios, se convierten con el tiempo en criaderos de pulgas y se prestan a la proliferación de ladridos, incidentes y contrariedades, como se demuestra en el recinto del parque García Sanabria. Si existe una permisividad excesiva hacia los perros y estos a veces campan a sus anchas será porque los agentes de la autoridad están ausentes o no intervienen para restablecer la normal convivencia entre animales, paseantes, deportistas y usuarios de los parques e imponer, en su caso, el obligado control de los canes por parte de sus dueños. Las ordenanzas deben ser cumplidas por todos, y si se violentan, la sanción ejemplarizante será el mejor antídoto. Más valdría que el PP reclamara el ataque frontal a las enormes ratas que proliferan en La Granja y la debida vigilancia en zonas donde unos defecan, otros llevan a cabo prácticas sexuales, incluso a plena luz del día, sin el menor recato, determinados se dedican impunemente al trapicheo y consumo de drogas y algunos más se reúnen para comer y, sobre todo, organizar botellones a diario, y singularmente durante los fines de semana, dejando luego espacios del parque convertidos en auténticos vertederos, sin que nadie intervenga ni les llame la atención. Estos asuntos, más la falta de papeleras, son bastante más importantes que tratar de encerrar a las mascotas en un recinto y quitarles toda libertad en vez de actuar, si procede, contra sus dueños. De paso, el PP debería propiciar la apertura a los chuchos de alguna zona del parque Secundino Delgado, que arbitrariamente cerró en su día el entonces concejal Brito Arceo.