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Mirar sin ver – Por Miguel Tejera Jordán

   

En 1968 los checos protagonizaron una revuelta contra la URSS. Praga vivió momentos muy parecidos a los que hoy se suscitan en Ucrania o Venezuela. Y aunque las causas que han generado estos conflictos son diferentes y se deben a motivaciones distintas, existe un claro paralelismo entre las barricadas de instantes históricos tan separados en el tiempo y entre sí. La similitud se halla en la lucha contra la tiranía. El ser humano es persistente en su lucha por la libertad. Puede con todas las dictaduras y con todos los dictadores. Es verdad que semejante lucha cuesta muertos, muchos muertos. Y que trae consigo gigantescos derramamientos de sangre. Pero, al final, los pueblos que aman la libertad, se salen con la suya. Y derrocan a los dictadores. No es una tendencia nueva. Está escrita en la Historia Universal miles de veces. Sólo que no lo recordamos. Porque miramos la Historia, pero no la vemos. Y no basta con mirar. Hay que ver. Cayó la república romana y sobrevino el imperio. Pero nada queda de ambos hitos. La plebe se sublevó cientos de veces contra señores feudales y monarcas absolutos. Los dictadores más recalcitrantes terminaron sus días arrastrados por el fango por las multitudes. Horcas, guillotinas, hachas y machetes, hogueras y pelotones de fusilamiento, terminaron con los sátrapas, con los tiranos de toda calaña que quisieron moldear la voluntad humana a su manera. Mussolini fue arrastrado junto a Clara Petacci por las calles de Roma. Hitler y Eva Braum se pegaron un tiro antes de que les liquidaran los rusos. Ceaucescu y su mujer fueron ejecutados por las hordas sin ninguna contemplación. Han sido derribadas estatuas de Lenin y Stalin, sin contar la de Sadam Hussein. En Libia, Gadaffi murió como murió, televisivamente. Ahora el mundo tiene varios frentes abiertos. El mundo de los ciudadanos amantes de la libertad (que nada tiene que ver con los políticos supuestamente democráticos de Europa o Estados Unidos) está pendiente de Ucrania y de Venezuela. De las barricadas de ambos países. De la sangre roja que derraman sus gentes a manos de los sátrapas. Pero hay más que los que vemos. Están entre los poderosos de todos loa países, entre sus gobernantes, en las grandes empresas, en los bancos, en las finanzas internacionales, en las agencias que controlan nuestros movimientos, no sólo a nivel telefónico o redes sociales. Quiero decir que existen. En España, sin ir más lejos, dimos puntilla a la dictadura de Franco… Así lo creíamos. Pero, ¿será verdad?¿O sólo un espejismo? Miramos, pero no vemos lo que miramos. E ignoramos la clase de golfos de la que estamos rodeados los ciudadanos…