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Algo está cambiando – Por David Sanz

   

La voz oficial de la Iglesia española ha estado secuestrada los últimos años por el tono cavernoso de Rouco Varela. Lástima que el arzobispo de Madrid no hubiera desplegado su talento doblando a Marlon Brandon en El Padrino, porque hubiera bordado la voz de Don Vito Corleone. Rouco Varela hundió a la cúpula eclesial en las catacumbas del radicalismo más rancio, de la mano de un portavoz, Martínez Camino, que hasta que dejó de serlo, no hizo otra cosa en cada una de sus intervenciones públicas que ampliar la falla existente entre la sociedad y la Iglesia. Rouco Varela contaba con la bendicón de Juan Pablo II y su sucesor, el papa Ratzinger. Juntos, de la mano, dieron marcha atrás al reloj de los tiempos en la Iglesia para regresar a la etapa preconciliar. El apoyo irreductible a los grupos ultraconservadores que han dominado la Iglesia estas últimas décadas, como el Opus Dei o los Legionarios de Cristo, fuentes, por cierto, de donde bebió la antigua Alianza Popular, durante el tardofranquismo y los albores de la democracia, y hoy lo sigue haciendo el actual Partido Popular, sepultó el espíritu de reforma y apertura que emprendió Juan XXIII y prosiguió Pablo VI con el Concilio Vaticano II. Mandar a galeras a los jesuitas fue otra de las estrategias de esta involución de una iglesia que cerró las puertas ante los signos de los tiempos. Una iglesia obsesionada con la moral sexual, volcada en forzar un modelo de Estado cercano al nacionalcatolicismo y con la familia como única referencia social, que han sido los ejes de su gobierno. La llegada del Papa Francisco ha supuesto un giro que todavía es difícil de valorar si es más efectista que eficaz, pero lo que sí parece evidente es que hay un cambio que va más allá que de un lavado de cara. Cuentan los entendidos que en el relevo de Rouco no ha intervenido el Papa. Es probable que deje hacer, y esa sea su forma de entender el gobierno. De hecho, la elección del relevo, Ricardo Blázquez, ha sido un cambio tranquilo. Un cambio, porque pese a que el arzobispo de Valladolidad ya ejerció de presidente de la Conferencia Episcopal, tuvo el talento suficiente para sacarle más perras que a nadie al Gobierno de Zapatero que tuvo la fama, que no el provecho, de ser el más laico de esta democracia. Pero tranquilo, porque nadie puede esperar de este relevo que de repente Blázquez se convierta en un nuevo Francisco.