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¿Estás o no estás? – Por Carmelo J. Pérez Hernández

   

Esa es en realidad la pregunta clave, la que casi condujo a Moisés a una crisis de nervios. O, lo que es peor, la que por poco le hace perder la confianza en su gente y desistir definitivamente de liderarles. Porque, vamos a ver: ¿qué más se le puede pedir a Dios?, se plantea nuestro padre en la fe ante la actitud altanera de unos muchos que pronto desconfiaron de quien tanto bien les hizo.

Porque sí, erre que erre, aquel pueblo tozudo, liberado ya de la esclavitud, una vez sanadas las llagas del látigo cruel con que los egipcios tatuaban de heridas sus carnes, aquel pueblo de rescatados enseguida comienza a poner en duda la presencia de Dios.

En realidad, así tenía que ser. Así sigue siendo y está bien que así sea. Los creyentes de hoy en día estamos hechos de esa misma carne que pronto se pone a temblar ante la perspectiva de que todo sea solamente el preámbulo de una noche eterna. Carne trémula es la nuestra.

¿Estás o no estás?, le preguntamos al vacío, encarados hacia un silencio que confiamos en que esté habitado. Y dudamos más cuanto más necesitados estamos de seguridades. Israel quería agua y comida para el desierto. El nuevo Israel exige, casi por inercia, privilegios en medio de la sociedad, relevancia, dones, medios, reconocimientos, resultados… Quiere sentir.

Y es entonces, ante la evidencia de la frialdad que acompaña el peregrinar mal entendido, es entonces cuando surge la duda sobre Dios. La duda es cosa buena, porque nos arranca de la comodidad y la indiferencia y nos devuelve a nuestra condición original: la de eternos buscadores del rostro de Dios.

El descrédito de la Iglesia y de los creyentes en particular tiene gran parte de su origen en esas rotondas que hemos fabricado para dar vueltas sobre nosotros mismos. Como daño colateral de las mismas, nuestra fe se resiente del mareo que produce girar y girar alrededor de ideas y posiciones que nos dan seguridad, pero no son Dios.

¿Estás o no estás, Dios mío?, nos preguntamos cuando tanto hastío nos hace abrir las ventanas y experimentamos este frío que es vivir de verdad. Pero esa pregunta tiene trampa. La verdadera cuestión es: ¿estamos o no estamos?

¿Estamos en camino, o pensamos que ya hemos llegado? ¿Estamos -estoy- buscando a Dios, o me entretengo en las cosas de sacristía? ¿Estoy tenso, serenamente inquieto buscando profundizar en el verdadero rostro de Dios, o me limito a reproducir los esquemas que el tiempo me ha entregado?
Por eso celebro la llegada de la duda a nuestras vidas. Con cada incertidumbre que ponemos en manos de Dios, él encuentra una forma de salir a nuestro encuentro para contarnos quiénes somos. “Me ha dicho quién soy”, grita hoy en el evangelio aquella desvergonzada que buscaba plan junto a un pozo.

Dios está. Seguro. No tengo tan claro que estemos nosotros. Es fácil despistarse, por eso es Cuaresma.

@karmelojph