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... y no es broma>

Yayopol – Por Conrado Flores

   

El otro día, agobiado por las prisas, crucé de una acera a otra por las vías del tranvía. Lo sé, a pesar de no haber ni tranvías ni coches a la vista fue una temeridad. Pero realmente no sentí que estaba rompiendo las normas y comportándome como el miembro más salvaje de una tribu urbana hasta que lo vi. Allí estaba, era un abuelo de guardia. Apoyado junto al portal de su edificio y mascando un palillo mondadientes me recibió en su acera negando con la cabeza. Sus ojos, semicerrados, me decían claramente “qué poca vergüenza tienes, esta juventud está loca”. Por un lado me sentí incómodo, por otro halagado -no todos los días le dicen a uno con la mirada que sigue siendo joven-, y por otro sorprendido al saber que podía interpretar el lenguaje de los ojos.

Aunque siento un especial cariño por nuestros mayores, estos me resultan especialmente entrañables. Ya sabes a cuáles me refiero. Tienen mucho de dos cosas: sabiduría y tiempo libre. Los puedes ver obnubilados frente a una obra analizando los procedimientos constructivos o cuestionando la manera en la que los obreros alinean adoquines en la calzada. Debes saber que los hombres, como cuando niños, de mayores volvemos a sacar al capataz de obra y al guardia que todos llevamos dentro. Porque si hay gustos que compartimos los niños, los mayores y los locos, son una gorra, una chapa, un walkie-talkie, un pico, una pala y dirigir el tráfico.
Si no, fíjate en estos señores. En un uso de su tiempo libre en favor de la comunidad, te aconsejan no aparcar en lugares donde podrías ser víctima de la grúa, te llaman la atención si tu perro mea donde no debe y te miran con inquina si cruzas los pasos de peatones con el semáforo en rojo. No es fácil cometer una infracción con uno de esos abuelos delante, son una especie de guardia moral. Y da gracias que no te pueden detener. Al menos de momento.

Porque creo que aquí estamos subestimando lo que vendría a ser la Yayopol, un cuerpo municipal de paisano con funciones disuasorias y sancionadoras. Estos señores mayores podrían ser de mayor utilidad para pequeñas infracciones que la mismísima policía. Vigilan con más atención y son capaces de permanecer durante horas sin descanso en su punto de observación. ¿A qué estamos esperando para ponerles un sueldo? Sí, ríete, pero yo ahora estaría pagando una multa por cruzar las vías del tranvía.