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Por qué no me callo>

Soriano en la corte – Por Carmelo Rivero

   

Dos historias de Soriano. Son de reyes y reinas, sin ser del mismo corte. El político con el que se inaugura la preautonomía en el Teide en tiempos de Suárez, monárquico de Don Juan y donjuán monárquico en el Madrid universitario, trae dos tomos bajo el brazo y un recuerdo inesperado de Ava Gardner. A la reina de Hollywood la conoció cuando tuvo que organizar una fiesta de fin de curso en el colegio mayor. Soriano y un colega, con la arrogancia de la edad, averiguaron dónde vivía la devoradora de hombres y la fueron a buscar a su chalet de La Moraleja. Eran los días en que Ava vivía en las astas del alcohol, en brazos de Luis Miguel Dominguín, “el hombre más valiente del mundo”, según lo define el “el animal más bello del mundo” en sus memorias póstumas recién publicadas en EE.UU. El canario le hizo la corte y la actriz aceptó amenizar la velada; luego invitó a los dos amigos a una fiesta privada en su casa con gente vip. Pero de madrugada, irrumpió el marido oficial, Frank Sinatra, ciego de celos y borracho, que había viajado por sorpresa a averiguar si su hermoso tótem conyugal le era infiel; volaron los platos y más de un invitado sobre la piscina. El mismo Soriano lanza ahora una campaña de suscripción(canariosenlacorte@gmail.com) de una obra de investigación que le ha ocupado 20 años, sobre 133 gentilhombres nacidos en las islas, cuyo común denominador fue gozar del enchufe por excelencia: ser miembros de la corte del rey. Nuestro autor se hizo asiduo al archivo del Palacio Real cuando era diputado y le picó la curiosidad. Pero Soriano no midió la empresa. Un día se vino abajo, “¡No puedo más!”, le dijo al jefe de sala del archivo. “¡Esto no le interesa a nadie más que a mí!”. Su interlocutor lo animó con acicates de coach: “¡Ni hablar! A mí me interesa mucho”. Y Soriano ya no se rindió hasta el final: desmintió a Rumeu de Armas, dando con la prueba del expediente de Hernando del Hoyo como Caballero de la Espuela Dorada (por salvarle la vida, el rey Fernando el Católico lo nombró ayudante de cámara) y con el retrato imposible de la princesa de Asculi, la última de los Adelantados, en un convento de Toledo. “¡Claro que tenemos un cuadro de la persona más célebre del convento!”, le gritó la monja. Vuelvo a Ava Gardner, que no era una monja, y le pregunto a Soriano cómo la recuerda: “Bellísima y nocturna”.