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El largo adiós de RubalcabaEl largo adiós de Rubalcaba – Por Fermín Bocos

   

El anuncio de la retirada de Alfredo Pérez Rubalcaba copa las páginas de opinión. Es lógico. Los socialistas han gobernado España durante veinte años y en algunas comunidades (Andalucía), más de treinta. Forman parte del paisaje. Alternándose en el poder con el PP, han sido columna del actual sistema de monarquía parlamentaria. De ahí que, tras conocer el descalabro sin paliativos sufrido en las elecciones del domingo, en los círculos del poder económico y financiero (Ibex y aledaños) se hayan encendido todas las alarmas. Temen por la estabilidad del sistema del que tantos beneficios han obtenido en el último cuarto de siglo. Durante años, hasta que se fueron a hacer las Américas, el Estado (también bajo los gobiernos socialistas) fue el mejor de cliente de las grandes empresas españolas. Mientras la economía fue bien y se mantuvo lo esencial del Estado del bienestar (Sanidad pública, Educación, Pensiones y Seguridad Social) nadie reparó en la desigualdad del reparto. De oportunidades y de riqueza. Cuando llegó la crisis y el Gobierno Zapatero inició la política de ajustes el discurso socialista empezó a enfriar el fervor de sus votantes tradicionales. A los errores en la gestión de la crisis se sumó la torpeza de ocultar la magnitud del déficit y la falta de control de las andanzas non sanctas de las cajas de ahorro (Banco de España). El resultado es que perdieron las elecciones y de paso buena parte de la credibilidad conseguida durante las primeras legislaturas de Felipe González. No hubo catarsis tras la derrota. Elegir a Alfredo Pérez Rubalcaba para dirigir el partido impidió el debate capaz de renovar el discurso de compromiso social con los millones de ciudadanos excluidos, con los parados, los desahuciados y demás víctimas de la crisis. Y también aplazó el extrañamiento de los dirigentes implicados en casos de corrupción (los ERE de Andalucía). Con esa bandera se hizo primero IU y después, si cabe con más fuerza, Podemos, el movimiento surgido de los rescoldos de la hoguera del 15 M. Dejar el partido en manos de Rubalcaba, la opción conservadora, fue un error. Ahora lo ven todos; antes solo se atrevían a decirlo unos pocos. La derrota sin paliativos del domingo se lleva por delante al secretario general, pero el anuncio de un congreso extraordinario -no unas primarias como piden algunos de los candidatos- sugiere que Rubalcaba no se resigna y quiere pastelear la transición. Está en su naturaleza. El suyo va a ser un largo adiós. A mi modo de ver es otro error.