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Una nueva generación – Por Francisco Muro de Iscar

   

Una nueva generación va a tomar las riendas de la máxima institución del Estado y, previsiblemente, del principal partido de la oposición. No es suficiente. Dice Adela Cortina, siempre acertada, que “necesitamos un relato y una realidad atractivos que ganen a jóvenes y mayores”. Ese cambio lo tienen que hacer otros. El que venden los políticos -y los propios medios de comunicación- no interesa nada a los más jóvenes y lleva al desencanto a los mayores. ¿Se puede? Siempre he creído que la educación es la única herramienta para transformar la sociedad. O cambiamos la escuela y desde la escuela o seguiremos igual. Las últimas décadas nos han traído una educación para todos, pero una mala educación. Los profesores siguen enseñando como hace treinta años -poco más o menos- porque siguen siendo formados como si fueran a enfrentarse a la escuela de 1980. Hemos cambiado la educación para peor, porque ha primado la ideología sobre la formación, porque, en lugar de primar el esfuerzo y la mejora de las competencias, hemos apostado por igualar a los desiguales bajando el nivel de todos, y porque hemos sido incapaces de buscar un pacto de Estado para apartar la educación del debate político.

Un 30% de fracaso escolar es un problema tan importante que hace imposible que pueda funcionar ningún sistema educativo. Si, además, cada repetidor de 6 a 15 años le cuesta al Estado 20.000 euros anuales, el problema, además de educativo, es económico. Y una mala educación incentiva un desempleo de personas que no van a poder incorporarse a la vida laboral y van a ser siempre una rémora social. No es culpa suya. Lo es, en parte, de que cada vez tenemos un profesorado menos motivado, incentivado y comprometedor. ¿Es posible cambiar una escuela que docentes y alumnos consideran “aburrida” Los expertos señalan que hace falta un currículum que no penalice, modificar el papel del profesor y cambiar su formación práctica y tecnológica: también la de los alumnos: introducir de manera inteligente la tecnología en las aulas -¿cómo lo pueden hacer unos profesores que saben menos que sus alumnos?-, generar experiencias de aprendizaje participativo y fomentar nuevos valores que favorezcan el compromiso y la solidaridad. Un profesor de Harvard sostiene que “cada gran profesor aumenta 36.000 euros tu renta vital”. ¿Cuánto la disminuyen un mal profesor y una pésima política? Hay que cambiar la escuela, la educación de arriba abajo. Y llegar a un acuerdo para invertir más, pero, sobre todo, mejor. Dice el exministro Gabilondo que “si alguno cree que invertir en educación es caro, pruebe usted a invertir en ignorancia”. Durante muchos años hemos hecho precisamente eso: invertir en ignorancia. La educación no es neutra. O es positiva o es negativa.