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La otra guerra del petróleo – Por Saray Encinoso

   

Hay quien dice que no decantarse nunca por el ‘no’ o por el ‘sí’ es una forma de evitar tomar partido y no un ejercicio de moderación. Es totalmente cierto, pero también lo es que relativizar es una de las expresiones de la empatía y de las armas que se han ideado, y puesto al alcance de todos, para luchar contra los radicalismos. La guerra abierta a cuenta de la industria petrolera off shore en Canarias es la mejor excusa para pensar en los efectos que tendrán las nuevas trincheras que los políticos se han empeñado en cavar para que los ciudadanos de a pie se maten. La exacerbación más cruel y bochornosa del populismo, el interés exclusivo de la supervivencia y la influencia política y el empecinamiento más primitivo han llevado a Coalición Canaria, al Partido Socialista y al Partido Popular a convertir un debate que tendría que haber sido serio en un combate sangriento en el que estar a favor o dudar de los beneficios del oro negro es motivo de insulto.
Cuando el presidente del Gobierno, Paulino Rivero, habla de José Manuel Soria como un “traidor a Canarias” está incluyendo a todos esos ciudadanos que quieren que Repsol intente extraer petróleo. Esta afirmación es tan surrealista como la que hizo, también en el Parlamento canario, María Australia Navarro, cuando aseguró que el 97,5% de los canarios está a favor de las prospecciones porque no acudió a las manifestaciones. ¿Quiere eso decir que los millones de personas que no secundan protestas contra ETA apoyan el terrorismo? ¿Y los que no salieron a las calles tras el 11M? Ni el insulto de Rivero ni la simplificación burda de Navarro han entusiasmado a la mayoría de los ciudadanos. Rivero no debería olvidar que gobierna para todos los canarios, – los que están a favor y los que están en contra-, y los miembros del PP, que su aspiración es hacerse con ese privilegio.
En Canarias no ha existido un debate sobre energía: solo sabemos que el gobierno se ha convertido rápidamente al ecologismo y se fustiga por las declaraciones de otros tiempos, no muy lejanos, cuando el petróleo era bienvenido. La disyuntiva no es, ni siquiera, si el arrepentimiento está justificado. El problema va mucho más allá: tiene que ver con la salud de nuestra sociedad. Estamos permitiendo que los políticos de turno, de todos los partidos, antepongan sus necesidades a sus creencias y que, para ello, sacrifiquen a ese pueblo del que tanto hablan. No sé ustedes, pero yo quiero que los políticos, electos o no, con mayorías absolutas o en pactos endebles, dejen de hablar de mí como si formara parte de una masa sin voz, que permitan la diversidad de opiniones (si no dentro de sus formaciones, al menos sí entre la ciudadanía), que no crucifiquen al que alza la voz, que no subvencionen el pensamiento visceral e intolerante, que no conviertan este archipiélago en el escenario de una guerra dolorosa de la que, sin petróleo o con él, vamos a salir muy mal parados. El nivel de crispación en el que vivimos es insoportable y el futuro no parece alentador. Yo, desde luego, no olvidaré quiénes son los responsables.

@sarayencinoso