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Carlos ‘el Magnánimo’ – Por Miguel Tejera Jordan

   

El presidente del Cabildo de Tenerife, Carlos Alonso, alias el Magnánimo, lleva semanas firmando no sé cuántos convenios para la financiación de obras de restauración y/o rehabilitación de propiedades de la iglesia católica. Con dos propósitos: arreglar bienes del patrimonio cultural del pueblo (¿?) y dar trabajo y crear empleo entre las pequeñas y medianas empresas de la construcción de la isla, tan necesitadas de que les echen una manita. El mérito de esta benefactora campaña no es, sin embargo, del bueno de don Carlos, sino del gerente del patrimonio eclesiástico provincial, monseñor Bernardo Álvarez, el más hábil recaudador de dineros públicos que conozco, cuyos recursos, ciertamente aportados por la comunidad tinerfeña, están sirviendo para mejorar y rentabilizar una serie de propiedades privadas de la santa madre que, para colmo, no pagan el IBI. Que sí pagamos los mindundis de a pie por nuestras viviendas, vayamos o no vayamos a misa.

Así las cosas, propongo que cambiemos los papeles: que el gerente provincial de la entidad mercantil Diócesis de Tenerife S.L., Bernardo Álvarez, sea nombrado presidente del Cabildo de Tenerife. Y que su lugar pase a ser ocupado por don Carlos. Su eminencia pasaría a ser su excelencia, y viceversa. Aunque los dos conservarían sus coches oficiales…

Entretanto las techumbres de las iglesias, ermitas y casas parroquiales y conventos se adecentan con dinero público, las carreteras de la isla están destrozaditas y llenas de baches; los hospitales del norte y el sur no acaban de ponerse en marcha; el anillo insular no avanza ni a tiros. Y los comedores escolares se nos llenan de niños hambrientos este verano.

Por todo lo anteriormente comentado, un servidor necesita que le expliquen qué hace la oposición ante tamaña magnanimidad. Creo sinceramente que no existe ninguna oposición al señor Alonso porque, si la hubiera, o hubiese, ya se habría escuchado en el salón de plenos del Cabildo la palabra desamortización, como la que Mendizábal puso en marcha en 1836, con la mejor de las intenciones, aunque con resultados nefastos, ya que no fue inteligentemente planificada. Lo que pido es que el patrimonio privado de la iglesia lo arreglen la iglesia, o el bolsillo particular de don Carlos. O que pase a público. Retirar de las manos muertas de la iglesia y de las órdenes religiosas herencias testamentales, así como abintestatos y otras propiedades, sacarlas a subasta y utilizarlas para amortizar la deuda pública, por ejemplo, es el gran trabajo que falta por hacer a un Estado moderno que se define laico, pero que está repletito de meapilas por todos lados.
Por suerte para el prelado…
Para desgracia de los ciudadanos…