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El Conejo – Por Jorge Bethencourt

   

El periodismo está plagado de pifias. Desde las erratas caprichosas que cambian una romera mayor de las fiestas por la fiesta de la mayor ramera, hasta pies de fotos equivocados entre un consejo de ministros y una manada de cochinos. Hay anécdotas que llenan varios libros. En la tele autonómica se confundieron de conejera. En la noticia del cierre de un prostíbulo los periodistas se hicieron la picha un lío -lo cual que casi se entiende- entre un local llamado Conejo Blanco y otro denominado Isla Bonita. El propietario del negocio del que erróneamente se dió noticia de cierre denunció a la tele que, a pesar de haber rectificado la noticia, fue condenada por un señor juez que maneja las teorías de la más moderna semiótica.

En la sentencia aborda el análisis del homo pantalicus de Lipovetsky , ahondando en la tesis de que el mundo es una pantalla global multicompleja. La aportación al análisis de las comunicaciones, para venir de La Palma, es apreciable. Pero es que además se adorna con bellas introspecciones de la más venerable filosofía latina del tipo homo homini lupus, que como todo el mundo sabe significa que en Los Llanos de Aridane -como en todas partes- el deporte nacional consiste en darle a la lengua y sacarle el pellejo a la gente. El enfrentamiento entre el homo videns y el pantálicus desemboca, para el magistrado, en el homo hueco que yo no sé exactamente qué signfica, pero hablar de cosas huecas tratando el asunto de lo que trata, resulta sugerente. Y de ahí pasa a meterle una multa a la televisión por equivocarse de conejo y exponer al propietario de la casa de lenocinio aún abierta a un daño de su imagen inmanente de vendedor de sexo. Tal fue el salmorejo jurídico de la semana pasada. A quienes aún creen en la justicia -tres o cuatro- les ha preocupado la literatura del fallo. El resto se ha meado de la risa. Que falta hace.