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Las formas son el fondo – Por Carmelo J. Pérez Hernández

   

Nos liamos mucho con esto de la corrección fraterna. Basta que alguien saque a colación el tema para que nos embarquemos en un galimatías de puntualizaciones sobre quién, cómo, cuándo, en qué orden, con qué intensidad… se debe ejercer el saludable encargo de Jesús de corregir a los hermanos. Dentro y fuera de la Iglesia, lo de ponerle los puntos sobre las íes a los demás es una de las mayores fuentes de conflictos.

Entre las perversiones que amargan este camino de vuelta a casa para quien se halla perdido, sucede a menudo que hay quien aprovecha la ocasión para cobrar las deudas emocionales pendientes. Ya saben, aquello de la venganza servida como un plato frío. Y pasa también que se confunde lo de encauzar al vecino con una oportunidad para intentar modelarlo a imagen y semejanza del motivado predicador -civil o eclesiástico-.

Pues no. Lo de reprender al estilo de Jesús es lo menos parecido a tomarse la revancha o a aprovechar la situación para vender las propias bondades. No diré nada de quienes sacan a pasear sus enfermedades mentales con tal ocasión. La clave para evitarlo es no separarse ni un suspiro de lo que Dios pretende, que hoy nos muestra Ezequiel con la pasión de quien tuvo que limarse por dentro primero antes de salir al encuentro de quien hubiese perdido el rumbo: “Tú le das la alarma de mi parte. Ponlo en guardia, o él morirá por tu culpa”, recuerda el profeta que le dijo Dios.

Es impresionante. El encargo que se nos hace no es juzgar, ni proponernos como modelo, ni avergonzar. No es exhibir el mal ajeno, sino acompañar al caído con un mensaje de misericordia. “Oye, que Dios me ha dejado ver que te echa de menos y por eso me manda a pedirte que despiertes. Que no es que yo te juzgue, porque por experiencia sé que la complejidad del ser humano es tal que cualquier sentencia será siempre un error. Que es que me ha dicho que te diga que puedes contar conmigo para ponerte en pié”, lo traduciría yo.

Y eso es todo. Ése es el mensaje, en total coherencia con el plan de Dios, que por misericordia se hizo hombre y por sus entrañas de misericordia levanta al que ya se dobla con palabras de aliento que pronunciamos nosotros en su nombre.

Es por eso que lo de la corrección fraterna es un tema de alto calado. Yo entiendo que alguien haga una enmienda a la totalidad a un determinado cristiano o a la Iglesia entera a causa de la falta de ternura con que ha sido corregido. He dicho “entiendo”, quede claro. Lo comprendo bien porque es un ámbito privilegiado éste de tocar los dolores ajenos: cuando es preciso poner el dedo en la llaga, si no se hace bien, se remata al herido en lugar de sanarlo. Así estamos construidos.
Que no me vengan con eso de que la verdad es la verdad sin importar cómo se proponga. Falso. Al menos, en lo que a la fe respecta. Porque en este terreno en concreto, manejarse como Dios se maneja forma parte de la verdad misma de las cosas. Es su estilo, y no nuestras mediocridades, el que marca el camino. También en las formas, porque en el fondo algunas formas son el fondo de la cuestión. No es un juego de palabras. Basta recordar aquella noche en Belén para saberlo.

@karmelojph